Ya, en cierto modo, me conocen. Mi nene, el Santi, sin autorización,(atrevido como siempre,) publicó el relato de mis recuerdos. Como se habràn dado cuenta, no nací ayer. Con mi amigo del alma, Häberli, que se me fue hace poco, decíamos que con Benedetti e Idea Vilariño, somos de la sub 20. Por el año en que nacimos. Los espero.Tata

domingo, 28 de septiembre de 2008

Prometí contar cosas sucedidas...

...durante mi un poco larga existencia. Pero por lo mismo, todo de una vez no puede ser. De modo que, como dicen las buenas señoras de mi época, Dios mediante veremos en cuánto tiempo lo logramos. Acá va la primera parte
Como el viejo Caronte está ya sentado en la borda del bote con los remos en la mano para conmigo atravesar la Laguna Estigia, me ha dado por hacer un racconto de una cantidad de acontecimientos de los que algunas veces fui sólo testigo y otras también protagonista. No hay que olvidar que nací apenas 16 años después de la muerte de Aparicio Saravia, 2 de terminada la Primera Gran Guerra, y 70 de la muerte de Artigas. 18 menos de los que llevo al hombro. Todavía vivía alguno de sus contemporáneos.


Mi pueblo dormía con sus calles de tierra, alumbradas en las noches sin luna por faroles a mantilla, (no en todas las esquinas) rodeado de chacras que familias italianas habían instalado con ayuda del gobierno de entonces, a imagen y semejanza de las que dejaron, me imagino con que tristeza, en “il suo caro paese”. No recuerdo a los Nonos. Tenía menos de tres años cuando murieron. Pero sí, vagamente, (talvez por no haber visto nada igual) recuerdo la cama altísima con sus colchones de pluma, y una enorme escupidera de loza con su tapa labrada. Al nono le habían prohibido el vino. Entonces, cuando no lo veían, se escapaba a la bodeguita, le sacaba la goma a la máquina de sulfatar, la metía en el espiche del tonel, y se sacaba las ganas. Hasta que lo descubrieron. (prohibidos los lugares comunes, como hijo, nieto o biznieta-biznieto de tigre.)

En las esquinas de los almacenes había palenques para que los clientes ataran sus caballos.
Las lavanderas, casi todas brasileras, (no olvidar que éramos fronterizos, el portuñol era el idioma obligado) pasaban frente a casa rumbo al río con sus enormes atados de ropa en equilibrio sobre su cabeza. En las crecidas periódicas, todavía bajaban por el río la jangadas,(balsas les decíamos) con uno y a veces dos ranchos al lado de los que las mujeres, en morteros que se hacían ahuecando troncos, machacaban el maíz para hacer la mazamorra.



Un día, medio pueblo se había congregado frente a la casa del juez; él era uno de los pocos privilegiados del pueblo que tenía una radio; milagro reciente. Para el pueblo, claro. Y ahí, fuimos testigos lejanos pero asombrados de la llegada a Montevideo del Plus Ultra, aeroplano pilotado por Ramón Franco, hermano de Francisco, asesino de media España. Por primera vez a través del Atlántico, se unía Europa con América del sur.





PLUS ULTRA SOBRE BUENOS AIRES


Y hablando de aeroplanos, (todavía no eran aviones) el primero en llegar significó un acontecimiento al que no quedó nadie del pueblo sin ir a contemplar. Aterrizó en la cancha de fútbol.

No recuerdo la olimpiada del 24; pero sí fui protagonista en la del 28 y el mundial del 30; las dos finales ganadas a los argentinos 2 a 1 y 4 a 2. Fuimos todos en patota con cornetas y tambores a babosear a los vecinos de Monte Caseros, en el lado argentino. El río es ancho, pero se ve muy bien la otra orilla. Por supuesto estaba desierta. No se veía ningún correntino. Parece mentira; pero éramos dos pueblos verdaderamente hermanos. Como decía don Verídico, fóbal es lo que tiene.


La llegada de la electricidad fue memorable. Papá me decía; vas a ver que cuando la instalen, por oscura que sea la noche vas a poder ver un gato a más de una cuadra. El día de la inauguración, todas las casas abrieron puertas y ventanas, y encendieron sus lámparas uniéndolas a las de la calle. Banda de música, cohetes y festejo general, discursos incluidos.
A pesar de todo, en las afueras se podían ver nítidamente las tres Marías, las Siete Cabritas, la Cruz del Sur y la Vía Láctea, que para un gurí soñador era un camino luminoso poblado de misterio. Y, en Noviembre, no sé por qué, centenares de estrellas fugaces. Después, nunca más las vi con esa magnificencia ni en Pirlápolis, cuando salí a buscarlas, campo afuera, ya con más años a cuestas. Por más que me alejara, siempre había polución luminosa. Quien no vio una noche de verano del norte cuando no hay más luz que la de las estrellas, por más que quiera, no puede imaginarse lo que son. Por algo, hace unos miles de años, los griegos llenaron de dioses el Olimpo. Les bastaba mirar el cielo en una noche serena de verano para inventarlos.


Vi llorar a papá cuando murió, según él, el último de los tres José; Artigas, Varela y Batlle, forjadores del paisito. Y a medida que pasan los años, le doy cada vez más la razón. Igual que en Montevideo, la gente, el verdadero pueblo, lloraba a su representante. Lástima que se hizo verdad aquello de que nunca segundas partes fueron buenas. Y lo peor es que hay algunos hijos de puta que aún ensucian su nombre.


Después, en el 31, a Salto, al seminario. Otro mundo, asfalto, ví el progreso, (para mí) era el 31. Un tranvía de caballitos, agua corriente, luz eléctrica sin que se vieran los cables, y water con cisterna. .
Después en la Catedral todavía en construcción, las columnas de estuco imitando mármol, con sus artesanos italianos a los que todavía oigo cantar.
Y a las que me acerqué incrédulo , muchos años después, para encontrarlas como si hubieran salido de las canteras de Carrara. Esa gente ponía no solo oficio en lo que hacía, sin también amor.

Y, en la misma catedral, el funeral dedicado al poeta de la patria, don Juan Zorrilla de San Martín. No hay que olvidar que fue un católico militante. Habían levantado un catafalco espantoso forrado de negro. Él, con su estilo ampuloso de la época romántica, como dicen los gurises, ya fué. Pero cuando releí el inicio de "Tabaré"…


“Cayó la flor al río,
los temblorosos círculos concéntricos,
balancearon los verdes camalotes,
y en el silencio del juncal murieron.”


…yo, todavía adolescente, volví a verme con los pies en el agua, sentado en una piedra a la orilla del río de mi infancia, pescando,(es un decir) bogas, y viendo caer no una flor, sino una oreja de negro como le llamábamos a la semilla del timbó, para formar círculos concéntricos, que no morían en el silencio del juncal, pero sí balanceaban camalotes.

Y le digo a la Flaca que siga siendo cursi. Es precioso. Yo lo soy. Y a mucha honra.

Y volvimos al pueblo, para marchar a Montevideo. Pero eso es otra historia. Dios dirá.

domingo, 21 de septiembre de 2008

¿Que son 88?

Gracias a todos los de la patota que se acordaron de saludarme. Estuvimos con toda la flia de cuchipanda parrillera. Prometo contarlo, y añadir algo que me dió por pensar cuando me di cuenta del montón de años acumulados. Y es la cantidad de sucesos de los que fuí contemporáneo, y en muchos casos testigo. Un abrazo a todos


sábado, 6 de septiembre de 2008

CONSEJOS





Hoy Liliana ordenando su cuarto encontró y me trajo el borrador de unos consejos que pensé necesarios hacerles llegar a ella y a Tania, para cuando fueran a vacacionar a Garopaba. Yo había estado ahí un año antes, decidido a comprobar si no era exageración lo que decía Santi. El aseguraba que había descubierto el Edén. Estoy hablando, (escribiendo) del año 2001. Después de mi experiencia garopabense, me creí en la obligación de dedicar algunos consejos abuelopaternales para ayudarlas a soportar tan difícil trance. Aquí van titulados tal cual se los hice llegar. Dejo constancia que fue Liliana quien me aconsejó compartirlos con ustedes, por si les da por hacer el sacrificio de pasarse unos día en ese lugar.
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Consejos abuelo paternales que ayuden a una estadía que ojalá sea llevadera en un lugar como ese, inhóspito y estresante, rodeado de un paisaje monótono y nunca cambiante. Si los siguen, tal vez la estadía se les haga un poco menos dura.




(1º) No abusar de la caipirinha.


(2º) El tercer día, después de descansar del viaje y reponerse del efecto de la caipira consumida durante los dos anteriores, si el tiempo está bueno, (si no es así, pagarme pasaje y estadía para futuras vacaciones; tengo pacto con el sol), madrugar, y, una vez realizadas las abluciones matinales, salir a caminar por la playa, cruzándote con pescadores sentados frente a la postal de cada una de sus barracas casi irreales, tropezar con urubúes que que se apartan saltando de costado para dejarte pasar, garzas blancas en la orilla esperando pececitos distraídos, gaviotas por docenas, y, allá arriba, ¿albatros? que planean sin mover las alas, a lo mejor mirándonos con lástima. Y no siempre, pero hay días en que te podés tropezar con Julián, un pingüino simpático al que le puse ese nombre, que un día apareció en la playa y se quedó a vivir con un pescador. Te podés acercar, que se va a seguir acicalando sin darte pelota, mrando de vez en cuando de costado pero sin alejarse.



(3º) No abusar de la capirinha.


(4º) (Esto es continuación del 2º, algo que se me quedó en el bolígrafo) Vas a ver que el entorno y la playa nunca están iguales; cambian cada día.
Ojalá te toque un día en que los morros parezcan flotar sobre la niebla y el mar, como sobre algodón transparente. Claro que para eso hay que madrugar. No creo que Tati te acompañe. ¿se animan?
Donde seguramente te acompañará, pues vale la pena, es en el ascenso que debe ser nocturno,(puede ser diurno pero no es lo mismo), hasta la iglesia. Lo ideal es hacerlo en una noche serena; yo tuve suerte y se dió. Les cuento mi experiencia. Subí lento, imaginándome acompañado por las sombras de los que jamás dudaron que el subir esas escaleras los acercaba a Dios. Felices de ellos. Para no defraudarlos, (a los que buscan a Dios), cuando lleguen al primer descanso hagan una parada para mirar la ensenada y el pueblito que empieza a mostrarse; acérquense a una planta que crece sobre el lado izquierdo, (mirando hacia la iglesia) que tiene en las hojas, semejantes al lazo de amor, un brillo especial en la noche, y, desde ahí, mirando a la calle que trepa hacia el morrinho de la izquierda, si todavía no les quitaron las luces, las casitas iluminadas para navidad y año nuevo. Casualmente, mientras escribo, suenan las campanas dela misa de las ocho. Después, cuando ya no les quede nada por ver, aunque siempre queda algo, suben, si son capaces (cosa que dudo) de mantenerse en silencio, hasta la iglesia. Desde llí se ve el casco viejo del pueblo, y las curvas de la costa que dibujan las luces de los pueblitos. Y si se paran junto a la cruz con su inscripción ingenua, se van a dar cuenta de que si por casualidad existe Dios, anda por ahí nomás.
Ojalá no haya gente, o por lo menos no mucha; porque donde la hay, el pobre Dios no tiene sitio. O no lo encuentra.

(5º) Seguro que con el Santi van a ir a distintas playas; pero alguna vez báñense en la rinconada. Aunque a veces no está muy limpia, igual vale la pena. Tienen que buscar el sitio desde donde se ve la iglesia. Entonces, como dijo Gabriela, se estarán bañando en una postal.
A la izquierda la casita de madera sobre las rocas, después el boliche de la costa, allá en lo alto la iglesia, y a la derecha la heladería de Lucas, la casa de las santa Ritas y los ranchos de los pescadores. Capaz que por ahí también anda Dios. Lo demás, ya lo van a descubrir por sus propios medios.




(6º) No olvidar que la sobriedad es la salud del cuerpo y el vigor del alma. Y no solo la sobriedad; también la frugalidad, la circunspección y la templanza.



Epílogo

Los consejos de frugalidad, circunspección y sobriedad, son para tener en cuenta durante el año lectivo y laboral. Y sin fanatismo. En vacaciones, el consejo paterno abuelal es mandar todo a la puta y darle de punta al vicio.
Después de todo, la vida es como la madre; hay una s0la