Ya, en cierto modo, me conocen. Mi nene, el Santi, sin autorización,(atrevido como siempre,) publicó el relato de mis recuerdos. Como se habràn dado cuenta, no nací ayer. Con mi amigo del alma, Häberli, que se me fue hace poco, decíamos que con Benedetti e Idea Vilariño, somos de la sub 20. Por el año en que nacimos. Los espero.Tata

viernes, 3 de julio de 2009

Currículum académico - episodio 3

Habíamos quedado en el episodio anterior de mi formación académica, que ahora hablaría de mi ingreso a preparatorios.
Eso sucedió gracias a un amigo de la familia que me consiguió un trabajo en la Kasdorf, una empresa alemana de productos lácteos. Fue la primera en el país en fabricar el yogur. Por eso acá, por muchos años al yogur se lo conocía por yoka. Yogur Kasdorf. Me pagaban $ 35 por mes. Era un sueldo excelente. El reparto lo hacía en un triciclo que en los repechos, (Montevideo se caracteriza por ellos) me dejaban de cama. Más tarde, cuando aumentó la clientela, el reparto se hacía empujando un carrito de mano. El territorio que comprendía mi reparto estaba limitado por Andes hasta Ejido y Colonia hasta Paysandú. Y, como buen representante de la quinta edad pienso en la diferencia con estos tiempos. Me dejaban en la puerta, afuera, claro, la botella y los 12 centésimos del valor del litro. Y, cuando eran departamentos, a veces de más de un piso, dejaba el triciclo o el carro con las botellas a la vista. No pensaba que pudieran robarlas. Y nunca me faltó nada. A pesar que a veces tardaba en regresar por que se entablaban discusiones sobre temas filosóficos con las empleaditas que salían a recibir los productos lácteos.

Pero a pesar de los 17, todavía estaban vivos en el alma los recuerdos de la infancia. No hay que olvidar que en ese tiempo éramos más ingenuos o más tontos. Ergo, todavía soñadores.

Entonces invité a Pascual, (con el argumento de conseguir el abono tranviario más barato) a inscribirnos en la escuela nocturna, primaria claro, que quedaba en la vieja calle Larrañaga. Quería, aunque suene ridículo, revivir tiempos idos. Eso, por supuesto duró muy poco. Ni nosotros ni el entorno eran los mismos. Pero, aunque les parezca mentira, a veces, cuando tomaba un tranvía, cerraba los ojos y el rítmico traqueteo de su rodar se transformaba en el del ferrocarril que de nuevo me llevaba al pueblo.

Claro; también vivía la realidad.


De modo que empecé mi aprendizaje artístico.

Como me gustaba la danza y a Pascual también, nos hicimos socios de un seudo club; la Casa d'Italia. Lo de club era para que los menores de 18 pudieran entrar. Figuraba como club pero era un bailongo al que iban las gurisas pioneras de la libertad.

No iban con las mamás. Y nosotros locos de la vida.
Y si bien luego no perseveré, transitoriamente cursé preparatorios de medicina. Mi compañera de baile me dio una serie de clases invalorables. No solo de medicina. También de relaciones humanas. En lo que sigue verán porque digo esto.
En aquel tiempo el único cine que veíamos era el norteamericano. y, o eran tarados, o había una terrible censura impuesta por alguna sociedad de damas virtuosas. Todas las películas terminaban con un beso apasionado del galán de turno; podía ser Rodolfo Valentino, Ramón Novarro o alguno menos sexy. Pero tanto los besos finales como los que se repartían durante la película, eran a rigurosa boca cerrada. Así que nuestro primer beso de mi parte fue respetando los cánones establecidos; pero resulta que mi profe no los respetó y me dio la primera lección práctica. Cuando me presenté a la segunda, quedó encantada de mis progresos, pero me aconsejó no extralimitarme. Me había tomado la cosa tan en serio que estuve a un tris de extirparle las amígdalas.
Por otra parte también me apasionaba la anatomía, por lo que le pedí me la enseñara. Pero había un problema; y es que las clases las dábamos en el zaguán de su casa; y, al no haber luz, tuve que aprenderla al tacto. Aparentemente no hubo ningún inconveniente; según ella, mis aptitudes y mis progresos en la materia le causaban un enorme placer.
Cumplido entonces el ciclo de bachiller, llegó la hora de mi ingreso a la Universidad.
Entonces puesto en la disyuntiva de optar por la medicina o la música, lo hice por esta última.

Esto, claro, es capítulo aparte. Irá, si les interesa, en el próximo episodio