Ya, en cierto modo, me conocen. Mi nene, el Santi, sin autorización,(atrevido como siempre,) publicó el relato de mis recuerdos. Como se habràn dado cuenta, no nací ayer. Con mi amigo del alma, Häberli, que se me fue hace poco, decíamos que con Benedetti e Idea Vilariño, somos de la sub 20. Por el año en que nacimos. Los espero.Tata

jueves, 14 de abril de 2011

Aquí me pongo a contarte 1

Recuerdan que prometí, si me daba el coraje, el contar que también yo, tuve mi canción hasta ahora casi secreta. Salvo para el Santi, con el que a veces, y cuando me visita, (de acuerdo a la droga de la verdad ingerida,) surge la necesidad de contar al amigo, (al mejor, claro,) mi deslumbramiento al descubrir el amor, y le relato entonces la experiencia vivida, que para mí fue gloriosa , y mantuve siempre guardada en el recuerdo.

Él me animó a hacerlo, porque según dice, las damas siempre están ávidas de escuchar o leer esas historias. Y decidí hacerle caso.

Acá va. Tenía 13 años recién cumplidos cuando dejé el Seminario, en el que estuve año y medio. Volví a mi pueblo añorado, donde mi hermana, que trabajaba en un casa de comercio en la que vivía, ya que era como de la familia y donde no había comodidad para mí, me mandó a un establecimiento de campo enorme, (no hay duda que siempre fui afortunado) al que limitaba por el oeste el río Uruguay, y por el sur un arroyo, creo era el Itacumbú, que al desembocar en el río Padre, formaba con él un triángulo glorioso, de monte, cielo, agua y pájaros. Y casi en esa orilla, señoreaba un timbó. Creo que es el árbol más grande de nuestros montes nativos. Seguramente la mayoría de ustedes lo conocen. Su semilla tiene la forma de una oreja. Y es negra. Es muy común en las plazas de nuestros pueblos, donde se lo conoce como oreja de negro. Tiene una particularidad; ese al menos la tenía, de no tener un follaje demasiado tupido por lo que su sombra a veces no es total, lo que hizo que quedara en el recuerdo de mi piel para siempre. Ya lo sabrán, pero todo a su tiempo.

Ya conté en otra oportunidad que durante mi estadía en ese lugar, por la mañana, llevaba a caballo, través de un campo enorme de trigo recién cosechado, el desayuno a los muchachos, hijos del propietario, (mate cocido con leche) en aquellas latas de dos litros que habían sido de aceite. Y luego, (aquí empieza la historia,) al medio día ayudaba a la hija de la casa, a llevar la ropa para lavar en el río. Ella tenía 18 y yo 13.

Por otra parte, yo venía del Seminario donde la virtud era condición indispensable para salvar el alma. Y ella, en cambio, no venía como yo, de un lugar donde la castidad era un estilo de vida que de no respetarlo condenaba al fuego eterno. Por el contrario, hasta hacía muy poco tiempo, vivían en Azul, cerca de Buenos Aires, donde había dejado a su novio. Y, claro, después de conocer el cielo, pensaría que el haberlo perdido sí que era un infierno. Osiris dice; “y era una tarde de estío!!” . ¿Saben lo que son los veranos del norte? Entonces imaginen; la pobrecita me habrá mirado, y sintiendo su soledad, (de todo tipo) se habrá dicho: algo es algo. No olvidar que era Diciembre. Y me propuso darnos un chapuzón. Por supuesto, me interné en la playita con mis pantaloncitos cortos; ella lo hizo en ropa interior.

Se imaginan; quedé sin respiración. Voy a transcribir una de las estrofas de Osiris.

Y era redondo el arrullo

caliente de las torcazas

y el churrinche prisionero

de mis sienes palpitaba!

Palpitaba…. Y ella, abría

Su risa como una jaula!

Claro; con mis trece años, virtuosos pero románticos, no sentí los arrullos calientes pero si ví dos torcazas prisioneras. Qué importaba el calor de los arrullos , si adivinaba la tibieza de las torcazas. Y les aseguro que el churrinche de mis sienes quería levantar vuelo. Y el agua fresca del río, a mí, al menos, me aquietó un poco, (no tanto) el latido de mis sienes treceañeras.

Luego llegó el momento de volver-como decían allá- a las casas. Y entonces ella me dijo algo que me dejó sin respiración. “Que feo que es estar con la ropa empapada; mañana para bañarnos vamos a desnudarnos, así no se nos moja.” ¿Se imaginan el susto.? No; no pueden imaginárselo. El susto y la ansiedad por que llegara el momento.

Y, cosa que nunca me sucedía, esa noche el sueño no llegaba. Pero a esa edad aunque tarde, nunca falla. Se imaginan a qué hora de la madrugada me desperté.

Después, la que no pasaba nunca era la mañana. Hasta que llegó, como decía Peloduro, la hora crucial de la historia, que era la del baño. Llegamos al río. Por supuesto, la que llevaba la voz cantante era ella. Como la lleva siempre el sexo ¿débil?- “Sacate los pantalones.” Ante mi duda: “¿qué estás esperando?”. Lo tengo todo fotografiado en la memoria. Una vez que lo hice: “ahora desprendeme el corpiño.” No se decía desabrochame ni tampoco soutien. Y sucedió el milagro. Osiris dice; “la ví desnudar su cobre, para jugar en el agua.” En este caso no fue su cobre. Lo que hasta ahora habían sido torcazas enjauladas, brillaron, con su color blanco mate y sus piquitos rosados, en todo su esplendor.

Y, seguramente , desde el más allá don Sigmund Freud se restregaba las manos, al encontrarse con un Edipo por partida doble. Ella, con su mezcla de adolescente ardiente y de mujer de desbordante de ternura, y yo, un gurí embobado por esa ternura que mi madre no había podido ofrecerme, (murió de tuberculosis antes de mis tres años, nunca me besó ni me pudo amamantar) pero ya con mi cuerpo encendiéndose no solo en ternura, formábamos una pareja ideal para ser estudiada por una sociedad de sicólogos. Por supuesto, quien tomó la iniciativa fue ella. El poema dice: “nos quisimos en la ardiente media luna de la playa”. Nosotros lo hicimos a la sombra del timbó, sobre una alfombra verde de gramilla que tapizaba la arena. ¡Y era un medio día de estío!!....

Nunca, las pocas veces que eso sucedió, cambiamos de escenario. No hubo trigo, ni parvas, ni flores como sombrillas. Recuerdo solo la gloria tibia de su piel.

Cada vez que aquello vuelve a mi memoria siento, quemándome la espalda como gotas de fuego, el sol norteño que se filtraba por entre el follaje del timbó.

Y, aunque no lo crean, mi conciencia de seminarista me remordía. No olvidemos que el protector de nuestra castidad era san Luis Gonzaga, al que nos ponían como ejemplo en el seminario. Pero, la verdad, el temor a un infierno hipotético, desaparecía cuando uno vivía permanentemente en el cielo. Y, como se imaginan, me enamoré perdida y desesperadamente. Me costaba dormirme, deseando que llegara la mañana y, por supuesto el medio día. Cada hora en la que no estaba cerca de ella, duraba una eternidad.

Ella debutaba como profesora. Yo, absolutamente virgen de toda experiencia, lo hacía como alumno. Siempre he dicho que soy un tipo con mucha suerte. A pesar del deslumbramiento, creo haber sido un alumno aventajado. La profe lo reconoció prodigándome caricias y ternura. Eso me marcó de por vida, y sirvió de escudo para, cuando ya de grande, y frente a una deprimente experiencia prostibularia, que no volví a repetir, recordara que eso no tenía nada que ver con la verdad.

Voy a llamar al Santi, mi consejero, para que me autorice a publicar o no esta experiencia. Si la hubiera escrito otro, me sonaría a una novelita barata de Corín Tellado.

Pero fue tal cual

martes, 5 de abril de 2011

aquí me pongo a cantarte 3

Como de costumbre, esta maldita se empacó y, como la entrada, (la poesía) era un poco larga, me dio a entender que no podía seguir, pues no se movió la página. De manera que procuraré economizar espacio, pues quiero contarles que ese poema increíblemente casi pude, si hubiera sido capaz, de escribirlo yo. Si me da el coraje a lo mejor un día se los cuento




CANCIÓN SECRETA

Le vi desnudar su cobre para jugar en el agua,
por los súbitos rumores pajareros de una rama.
Yo estaba solito y solo, sentado en una barranca
mirando el chisporroteo de un cardumen de mojarras
Y era una tarde de estío!...por el huerto de los talas
el aire rodaba dulce como miel de lechiguanas
su fina piel de guayabo, silo de soles andaba,
de las caricias del río al abrazo de la playa.

y era redondo el arrullo, caliente de las torcazas
y el churrinche prisionero de mis sienes, palpitaba!
Palpitaba... y ella abría, su risa como una jaula!
||

Se lo dije sin los ojos. Se lo dije...con palabras
que se iba llevando el río como frases deshojadas;
como pétalos mordidos, como migas de esperanzas.
Nos quisimos en la ardiente media luna de la playa;
me obsequió una flor de ceibo , pero la dejé olvidada....
Recorrimos el cariño desde el cobre hasta la plata,
y hasta el pago de los grillos por un trillo de chicharras!
Se me marchó con la luna, la luna vino a buscarla
por los senderos del monte con mucho miedo en la cara n No vimos de tarde en tarde, mientras campeaba sus vacas;
visitábamos el trébol, los maizales y las parvas.

Y una tarde nos cubrieron los hinojos, que levantan
sus sombrillas amarillas como niñas estiradas.
Y después.... fue en el invierno, una tarde fría y clara
me dijo sílabas tristes parecidas a las lágrimas
y yo ...cosas parecidas a pañuelos contestaba

Pero todo fue de balde, la suerte ya estaba echada,
y hubo que romper las horas,como se rompen las cartas...-
cuando me dijo el adiós, me desgajé sin palabras;
gritó el lucero angustiado, de verme solo en la playa,
y creo que fue esa noche, que yo encontré mi guitarra.