Ya, en cierto modo, me conocen. Mi nene, el Santi, sin autorización,(atrevido como siempre,) publicó el relato de mis recuerdos. Como se habràn dado cuenta, no nací ayer. Con mi amigo del alma, Häberli, que se me fue hace poco, decíamos que con Benedetti e Idea Vilariño, somos de la sub 20. Por el año en que nacimos. Los espero.Tata

domingo, 20 de febrero de 2011

Como dije antes, el Santi me expropió el blog. Estoy tratando de recuperarlo. Ojalá

EL RIO


Quiero contarles que la casualidad me llevó a descubrir, esparcidos sobre la vereda de 8 de Octubre y Sanguinetti, una cantidad de libros usados, que van desde Manrique y Garcilaso, pasando por Salgari y Federico hasta el cantar del mío Cid. Amén de muchos de menor fama.

Pero lo que me emocionó, fué el descubrir una edición montevideana de Aires Indios, de don Atahualpa el grande. Por supuesto que la expropié en el acto. Manchado de humedad, y con una dedicatoria casi ilegible, fechada en 1951, es una recopilación de prosa y poemas.

Pero lo que más me impresionó fue que al hojearlo, lo primero que apareció fue "El Río". Sólo leer el título me retrotrajo a la infancia. Y sentir la única envidia que cultivo. La de no ser capaz de, como hacen esos privilegiados, con un mínimo de palabras, hacernos vivir de nuevo esas emociones que éramos capaces de sentir, pero no de expresar, al regalárnoslas envueltas en poesía. Y quiero compartirlo con ustedes.


Ahí va :

EL RIO

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_ ¿Sabes que está haciendo el Luis Vite?

_ Está durmiendo junto al río

_ No. Está aprendiendo música

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“El río es el maestro de los muchachos pastores, como el viento es el maestro de los hombres que van a las cordilleras. Cuando el rebaño baja de las lomas, la tarde se llena de balidos que el oído recoge y el corazón agradece. Es un descenso blando y musical, y, entre los verdes manchones del cerro, la línea en fila india de las ovejitas pone la nota clara, como si fuera una senda donde la nieve se hubiera animado de pronto a cantar cosas.

Al llegar el rebaño junto al río, los corderos retozan y beben. Los perros pastores corren de un lado a otro vigilando la inquieta tropa. Entonces, el muchacho puestero tiene tiempo para tenderse un momento y aprender la lección musical de la tarde. El agua viene con fuerza desde lejos, desde las cumbres. Sus caminos se van ensanchando a medida que encuentra tierra llana, y entonces ya no brinca en las piedras. Ordena sus voces, y su viaje claro y fresco está lleno de tonos.

Por momentos, el agua finge una ola breve, y un banderín de espuma se levanta como simbolizando una senda de adioses. A veces, el agua topa una piedra grande y se divide en dos.Por la derecha, va el canal superior grave y seriamente. Por la izquierda, se asoma una saltarina sendita de agua burladora de guijarros como un chango travieso. Y al poco trecho vuelve a su única senda el viaje del río.

Y todo eso lo mira y lo oye el muchacho pastor. El Luis Vite sabe que cuando el río pasa sobre piedras de colores , la luz se llena de cosas un poco mágicas, como en un capricho de jugar a quien pinta mejor una senda de músicas. Sabe que el tono juguetón le sirve para hallar luego una alegría en su charango. Y cuando la brisa peina a contrapelo el viaje de las aguas, se levantan sonidos que ayudan a comprender ciertas cosas que tienen las quenas cuando no quieren ser demasiado tristes.

Después las corridas de los perros y las travesuras de las ovejitas hacen que el muchacho concluya su aprendizaje del día.

Y se marchan todos por la senda fácil donde el matorral anuncia primavera y tibieza.”

A. Yupanqui

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Seguramente a ustedes les encantó esa prosa poética. Pero piensen en lo que puede sentir ahora, el que fue aquel gurí que convivió, salvo un pequeño intervalo de Seminario, con ese inmenso, (como dijo don Aníbal) cielo azul que viaja.

Santi conoció ese río cuando tenía cinco años, y ahora lo vió cambiado por la represa enorme que aumentó la altura de su caudal en cuatro metros frente a mi pueblo querido, llegando ahora su corriente casi a la altura de lo que para mí, que entonces no levantaba medio metro del suelo, (ahora no es mucho más) eran unos gigantescos acantilados de basalto desde donde contemplaba la costa argentina, y, algunos quilómetros al norte, la desembocadura del Cuareim que se volcaba en el río Padre. Y también desde donde,escuchaba y conocía cada rumor que vivía en el silencio... El de los camalotes ondulando al viento, el susurro de la corriente ya mansa al llegar a la costa entre los juncos, y el brillo de las mojarras que a veces saltaban jugando cerca de la orilla. Y, para definitivamente completar mi comunión con el río, quiso la suerte que antes de venirnos a vivir a Montevideo, fuera a pasar casi un mes a una hacienda enorme de unos amigos de mi hermana, cuyos límites oeste y sur eran el río Uruguay y el arroyo Itacumbú que se unían en el triágulo de monte, arena, y gloria de pájaros de su desembocadura. A los muchachos, hijos de los dueños del establecimiento les llevaba bien tempranito el desayuno, (mate cocido con leche y pan casero) en una de aquellas latas de aceite de dos litros, a caballo, a través de un enorme campo de trigo. Y, cerca del medio día, acompañaba a la hermana menor de los susodichos, a lavar la ropa a la orilla del río. Y, por supuesto, había que darse un chapuzón para soportar los calores del Diciembre norteño. Ella tenía cuatro años más que yo. Lo que no fue obstáculo que con mis 12 primaveras me enamorara perdida y desesperadamente. Así que mi río fue también testigo de mi amor primero. No sé, si como el Vite de Yupanqui también yo estaba aprendiendo música. Pero si aprendí, cuando en las noches sin luna me ponía boca arriba acontemplar la vía láctea,(nunca volví a verla tan gloriosa) a soñar. Después la vida tomó otros caminos. Pero por suerte, aquel gurí nunca quiso abandonarme. Ni se lo permitiré jamás,

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domingo, 13 de febrero de 2011

Santa Ana


Debo contar a todos, que en este preciso instante, acabo de conquistar mi total independencia intelectual, (si es que todavía me queda algo que se pueda llamar intelecto). Les cuento porqué. Diego, mi yerno nieto, esposo de Virginia, me acaba de enseñar a manejarme con cierta autonomía con esta máquina endiablada que 90 años hace, era inimaginable. De manera que bajo mi total responsabilidad, en lo que tiene que ver con redacción, puntuación y, lo que ya es más jodido, sintaxis, pasan a ser de mi total responsabilidad e incumbencia. Paso a transcribir mi engendro, tal como lo hice bajo la amenaza, (y con mi agradecimiento, seamos sinceros) de una serie de amputaciones y mejoras. Pero, lo original también tiene lo suyo. De manera que ahí va.

No sé si estos recuerdos de las vacaciones pasadas en Santa Ana, en la Colonia del Sacramento saldrán a luz. Todo depende de la voluntad de mi corrector y crítico, para el que la autoridad paterna no vale absolutamente nada. Pero un día de estos me voy a independizar. Todo a su tiempo. Y, como no es de extrañar que la influencia de un tannat viejo Stagnari ejerza su poder de dispersión mental y en el momento de llevar esos recuerdos al papel, haga que esto resulte de un romanticismo barato y demodé, mi Catón familiar es muy capaz de anularlo sin piedad. Pero, en el supuesto que así no sea, ahí va. Yo sé que mi lenguaje es arcaico y mis ideas, si así se les puede llamar a las pocas que me quedan, están detenidas en el tiempo. De eso me doy cuenta cuando leo las entradas y comentarios de ustedes. El lenguaje que usan está a años luz de mi capacidad. Pero tal vez lo que ahora escriba sea de utilidad para que ustedes se enteren de cómo pensábamos, sentíamos y escribíamos en la prehistoria. Vayamos al tema. Este es un balneario con una arboleda que parece hacer que todo lo demás no exista. Llegamos ayer, y hoy estoy en un porche frente a un patio lleno de árboles, gramilla y laureles blancos y rojos, con un cielo limpio y un sol de fuego, que se mete por entre las ramas de esos árboles para pintar de luz a la gramilla. Y la brisa agitando apenas las hojas de los paraísos, (esos paraísos que viven en mí desde la infancia,) hace de este momento casi un sueño. Hay un silencio y una paz total. La brisa apenas mueve los árboles. Esperamos al Santi que fue a buscar a su sobrina Laura y su esposo Miguel. (creo se llaman así) Es la 1 de la tarde; pasó una paloma en vuelo rasante por la calle desierta. El sol quema, y hace que a la distancia, el aire se pueble de espejismos.. Calmó totalmente el viento, y los paraísos, laureles y eucaliptos del patio, se alzan estáticos como esperando que se renueve. La gente se fue a la playa; yo preferí quedarme, porque el sol es insoportable, y, como la causa de los pueblos, el cuidado de mi pelada seborreica no admite el menor descuido. La playa es espléndida para los niños; a una cuadra de distancia el agua les da por la cintura. No hay pozos ni desniveles. En ella desemboca un arroyito precioso donde los gurises pescan. Pero yo, por culpa de Tati que tiene una pecera, ya no puedo pescar sin cargo de conciencia. La última vez que lo hice, saqué un bagrecito amarillo y Santi se reía porque me sentí culpable y le decía ¡pobrecito! Así que hay mucho para disfrutar sin asesinar bichitos.

No pongo fechas porque realmente acá eso no importa, y la sucesión de días de sol, árboles y cielo azul, hace que el transcurrir del tiempo no pueda encasillarse.

Un cardenal con su copete rojo camina tranquilamente por la calle, sin importarle demasiado el Brandemburgués 4 de don J. Sebastián que estoy escuchando. Cruzando la calle, en el terreno de enfrente, un pino inmenso que domina el entorno, y un árbol de copa verde suave, coronada por flores de un amarillo también suave, a cuyo frente crece otro de hojas generosas de un intenso verde oscuro que muere en matorrales de laureles blancos en flor, con música de fondo de todo tipo de pájaros, y la silueta lejana de los árboles dibujando su imagen difusa contra el horizonte que en el crepúsculo se pinta de rosado, son capaces de lograr que creas en un escenógrafo en el que jamás creíste.

No solo no pongo fechas; la cronología tampoco tendrá lugar porque lo del orden nunca fue mi fuerte. De modo que el relato no va a ser muy coherente. Pero es que tampoco el que lo escribe lo es demasiado.

Como hacen unos cuantos días que llegamos, y mi desayuno es siempre solitario, (no porque madrugue demasiado) tengo unos amiguitos que me he ganado tirando unas migas de pan o galletas en el patio. Hay chingolos, horneros, sabiás y, a veces, unas tórtolas chiquitas. Una pareja de palomas torcazas tienen su nido en un terreno cercano, y el constante reclamo del macho, un sonido triste al que asocio al silencio de las siestas de mi infancia, me trae un montón de saudades Y el regalo de su presencia de vida te hace otra vez sentir, en lo hondo del recuerdo, al terreno de un cuarto de manzana donde estaba nuestra casa, con sus paraísos, duraznero, y la pampita, la vaquita familiar, y el sauco del que, cuando teníamos fiebre, papá hacía té con su corteza. Después me enteré que el ácido acetilsalisílaco, origen de la aspirina, se extrajo originalmente de ese árbol.

(Aclaración importante; aunque Liliana me recomendó la sobriedad, a esta hora, después del mate y antes de almorzar, recibo la visita de un escocés al que suelo hacer los honores. Claro que en compañía de los compañero de turno, y por supuesto, nunca en forma desmedida.) De modo que, si como ya dije, mi relato es de un romanticismo demodé y barato, tal vez haya que buscar ahí la causa.

Durante nuestra estadía nos han visitado y compartido la casa amigos y parientes varios, incluídos una pareja argentina propietaria de un velero, Fernando y Sra., dos personas a las que basta conocer una vez para sentirte por siempre su amigo incondicional. Los conocimos a través de su blog. Otra globera fue la Flaca, acompañada por supuesto por el de la plateada cabellera.

No recuerdo el día en que el Santi fue a la carnicería y trajo algo así como una tonelada de chorizos y otras vituallas. Fue cuando la concurrencia llegó al máximo. El vodka transformado en caipirovsca campeó por sus fueros.

Ayer llegaron los dos Gabrieles con sus mellizas Sofía y Paulina. Fue una pena que primero Julia y luego Maru, las otras biznietas, no pudieran hacerlo porque se enfermaron- Y yo me hice de una novia de 8 años. De mañana, al levantarse, después del desayuno, Sofi se acerca, me abraza bien apretado, me come a besos, y me dice : te quiero mucho mucho. Cuando le pregunto porqué, me contesta: porque sos muy bueno. Así que además de todo lo que disfruto, todavía me regalan emoción. Y agarraditos de la mano, me acompaña en las caminatas. Que te parece. Pero, como dice la canción, tristeza no tiene fin. Mañana hace un año y un mes que la Yaya se fue No conoció este lugar de quietud, luz y silencio.

Hoy tengo la visita de una preciosa mariposa blanca; a veces lo hace una amarilla también grande y hermosa. Me dijeron lo del significado de la visita de la blanca, pero lo olvidé.

Ya dije que sobre el cerco hay laureles blancos, que aunque el entorno no tenga nada que ver, me recuerdan a Piriápolis. Hasta el aroma hace revivir ese recuerdo de las mañanas frente al cerro cuando, (el tango es para Gabriela pero lo que dice involucra a la Yaya.) siento otra vez la emoción “de nuestra treintena de Abriles felices, cuando solamente tu risa se oía, y yo no tenía mis cabellos grises.”

Estoy solo. Bueno; nunca lo estoy. La soledad solo la sufren aquellos que no se atreven a llenarla con vivencias y recuerdos. Y a mí me sobran. Mañana nos vamos, y estos días de vacaciones pasarán a enriquecer el cofre donde los atesoro,