Ya, en cierto modo, me conocen. Mi nene, el Santi, sin autorización,(atrevido como siempre,) publicó el relato de mis recuerdos. Como se habràn dado cuenta, no nací ayer. Con mi amigo del alma, Häberli, que se me fue hace poco, decíamos que con Benedetti e Idea Vilariño, somos de la sub 20. Por el año en que nacimos. Los espero.Tata

domingo, 16 de diciembre de 2012

LOS PLÀTANOS

Y nos fuimos a recorrer una vez màs, en compañìa de la tìa Rica, los caminos de la patria. El destino era la estancia Los Plàtanos, en la zona noreste del paisito.
Tomamos camino Madonado hasta ruta 11; por esta hasta S. Jacinto donde seguimos  la 7, y, por supuesto, pasamos por el Tala a saludar a Pepe, (mi ex consuegro) que para mì sigue siendo de la familia- (por aquello de que los de la flia. etc.) 
El dìa anterior se desatò un temporal de aquellos, pero felizmente el sol nos acompañò, aunque a èl y a nosotros tambièn el viento  nos hizo mala compañìa
Seguimos transitando la 7, pasamos por Cerro Colorado, el pueblo donde Liliana y Jorge, (el que en ese entonces era su marido,) recièn recibidos, debutaron como mèdicos y lo hicieron durante un tiempo. Ahì almorzamos, (unas empanadas hechas por la tìa Rica, bàrbaras como siempre) para seguir viaje con màs fuerza. Adelante entonces, pasando por lugares tristemente  històricos, Nico Pèrez, Tupambaè, etc. cuyos alrededores fueron testigos de las patriadas fratricidas en las que murieron, solamente por defender un color o el prestigio de un caudillo, (ahora los que explotan en su beneficio esos recuerdos, le llaman ideales)  miles de paisanos. Me vino a la memoria, al  escribir esto, aquello  del Viejo Pancho.

 " Gurì en la Guerra Grande, 
mozo cuando Quinteros; 
soldao en la del Quebracho 
y herido en la del Cerro, 
ande un caudillo levantaba el poncho,
ahi estab'èl, apeligrando el cuero". 

Los campos por los que pasa el camino, distintos a los del litoral oeste. Allà son aptos para la agricultura; acà el basalto aflora en muchos lugares. Pero claro, el ganado, especialmente las ovejitas, locas de la vida. Sin  embargo, la mano, mejor dicho la imbecilidad egoìsta del hombre moderno, eficiente, pràctico (¡que lo pariò, apareciò el ecologista trasnochado!) està transformando con los agrotòxicos, transgènicos y otros translaputaquelospariò, en lugares silenciosos, esos caminos que antes,  llenos de  color, cantos,  vuelos y vida alegraban nuestros recorridos. Y llegamos a nuestra meta.  K234. Si buscan el nombre de la estancia,estàn arreglados. No hay un solo cartel. Yo se lo hice notar a Marina. Espero, que, como corresponde le de la orden inapelable a Andrès .y este  obedientemente ponga uno visible..
Hecha esta aclaraciòn, volvamos  al tema ecològico. Acà en los Plàtanos no sucede lo mismo que en el entorno; los muchachos propietarios  Marina y Andrès, pareja fuera de serie, son  defensores del medio ambiente. Cuando llegamos, al atravesar la portera, nos saliò de entre el pastizal a saludar una mulita; Liliana quiso fotografiarla pero era muy movediza y no hubo manera. En la estancia estàn prohibidas la caza y la pesca deportiva. 
Marina, y Andrès,  anfitriones de lujo, son de esas personas que charlàs con ellas un rato, y te parece haberlas conocido siempre.      
En el patio, como corresponde, aljibe con brocal, rondana y balde, piso de piedra, una magnolia en flor, y estanque con peces
Y, para que no extrañàramos, dos preciosos gatos barcinos y uno rubio, que nos recordò a Patricio, cuando vivìa. Y un perro, el gordito, compadre como buen petizo, que nos ladrò y mostrò los dientes para que nos enteràramos quien era el patròn. Pero al segundo mimo ya estaba en cuerpo y alma con nosotros. 
Al frente, plàtanos que dan el nombre a la estancia, y dos ombùes, el tronco de uno de los cuales parece obra de un escultor trasnochado. Espero que Liliana lo haya fotografiado, Cena casera, (no sè el nombre de los platos, pero estaba de primera. Y, amenizado ademàs, con mùsica a cargo de la hija mayor de la casa.( Micaela. 13 años. Estudia piano en Melo;) acercò su teclado, y nos hizo escuchar "para Elisa". Y no pude menos de pensar si se habrà imaginado aquel sordo genial que escribiò eso hace  màs de 200 años allà en Alemania, quizà para alguna preciosa gurisa de su tiempo, que, a miles de quilòmetros, en un paisito  para èl seguramente  ignorado, su regalo sonoro iba a tomar vida a esa enorme distancia en las manos de otra gurisa tan linda o màs que aquella.  
El Sàbado, un dìa radiante, pero siempre, (es la zona màs alta del paìs) ventoso. Me acerquè a la enorme ventana, y me encontrè con un espectàculo, sueño de un pintor naturalista. Parados junto al alambrado que separa el casco de la estancia del campo, quietitos, el señor del harèm, un toro enorme, las vaquitas y sus nenes, todos negros 
( son aberdeen, creo). Inmòviles y silenciosos como estatuas. Yo no tengo càmara, y Liliana dormìa. Siempre recuedo al Sabalero. ¡Lindo haberlo vivido pa` poderlo contar.! 
Pero me faltaba la mùsica. Acostumbrado desde niño al amanecer poblado de cantos, trinos y gorgeos, el silencio se hace opresivo. 
Se levanto la tìa Rica, Liliana fue a buscar agua para el mate, y yo, dueño y señor del enorme comedor de la estancia, frente a una de sus enormes ventanas, escribo, mientras trato de guardar en el archivo de mi flaca memoria, cada momento glorioso de esta gloriosa mañana 
Y aquì, pagan justos por pecadores. Esta gente respetuosa del medio ambiente, vive en en entorno en el que, desgraciadamente, hay muy pocas golondrinas como ellos para poder hacer ni siquiera primavera. Otra que verano.
Despuès del desayuno, (no con leche pasteurizada sino hervida, y con cafè, claro,) acompañada por scones y magdalenas recièn sacados del horno, a acompañar a Andrès en su reparto de raciòn al ganado. Por supuesto, luego de terminada esa labor, durante la que vimos al ganado, (que por supuesto conoce la camioneta y tiene nociòn de la hora,) venir en tropel para acercarse a los comederos y disfrutar su banquete, y durante la cual recorrimos parte del establecimiento, nos tocò el conocer y admirar un paisaje sumamente quebrado, hermosìsimo. con las islas de los montes de abrigo y franjas de forestaciòn pintando de franjas  oscuras la inmensidad verde gris de la distancia, que nunca es monòtona, porque el campo siempre està vivo con sus picos y hondonadas. Pero ya no lo està, (no sè si siempre es asì, , pero estoy seguro que no lo fuè,) lleno de colores, vuelos y cantos. Sòlo vimos con Liliana una pareja de horneros haciendo su nido en un cerco. La mañana que salimos a caminar al borde de un monte de eucaliptus,  cuando esperaba  encontrarme con  cantidad de pàjaros nos, recibieron el silencio y la soledad. Nada menos que eucaliptus, paraìso que siempre fuè de las cotorras, animalito alegre y bullanguero., No sè que pasarà dentro de 20 o 30 años. Los de nuestra generaciòn los conocimos, admiramos y disfrutamos.  
Andrès nos llevò tambièn a la orilla de un arroyo, (de cuyo nombre no puedo acordarme) precioso en su lecho basàltico, con pequeños saltos y desniveles, y el tìpico monte criollo. Que, por suerte se mantiene bastante respetado..
Y, luego, a conocer Cerro Chato; en realidad el motivo  del paseo. En ese pueblo, fundado por los Mazziotta nacieron los abuelos y padres de la Yaya y la tìa Rica. Y, antes de venirse los viejos a montevideo, la ùltima cerrochatence fue la Yaya. Ya Rica naciò en la capital.  Su plaza se llamaba plaza Mazziotta. Rica querìa pasar a la posteridad fotografiàndose al pie de un monumento recordatorio  de su  apellido, pero no tuvo suerte. a la plaza le cambiaron el nombre.. 
Conocimos tambièn Santa Clara de Olimar, donde segùn nos dijo Marina, en el arroyo la Yeguada, cuyo puente està a la salida  (o entrada) del pueblo, nace el Olimar. Y algo que no entiendo; no soy creyente, pero que un pedazo de historia, en un paìs que casi no la tiene, como es lo que fuè la iglesia de Santa Clara,  se vea condenada a la ruina o desapariciòn por desidia, en primer lugar de la curia, y, en segundo, de las buenas damas catòlicas que tendrìan que haber usado por lo menos algo de sus muchos pesitos e incluso su influencia a nivel oficial para conservarla. Y volvemos a los  Plàtanos con el recuerdo del silencio de los pueblos del camino, pero tambièn de su limpieza; a la que ya, no estamos acostumbrados. Y otra vez la cinta sinuosa y plateada de la carretera rodeada por campos luminosos, (el sol luce a pleno), pero como compañìa, solo a intervalos algùn carancho buscando apereàs o pichones de liebres. A  la otra compañìa, aquella musical colorida y bullanguera, la liquidò la piqueta fatal del progreso. 
Despedida de esa gente inolvidable  regreso por la misma ruta, otro recuerdo para el baùl de los queridos, y, esta vez, pensando si el cuero me darà para otra aventura.  Quien te dice; muy, pero muy difìcil. Cuando niño, pasaba horas mirando nada y vièndolo todo.y ahora, trato de mirarlo todo, y veo muy poco. Pero, como dice Ruben Lena,
la apetencia de paisajes no muere nunca, especialmente si estàn instalados desde siempre, si nos entraban por los ojos para no emigrar nunca del alma. Nunca olvido esa canciòn cuando se la escuchè por primera vez al Pepe Guerra
"lo digo sin complacencia, tal vez complacièndome, eso si que no lo sè, porque todo peregrino, se entiende con el camino, sin preguntarse por què" 















































viernes, 23 de marzo de 2012

DEL QUEGUAY A LAS CAÑAS

Como verán, la intención era que esto saliera a luz bastante antes.

Pero, el hombre propone y la compu dispone.

De manera que espero disculpen la informalidad.

Ella es característica de los genios.

Ayer, 12 de Marzo de 2012, regresamos, con Liliana y mi cuñada María Esther, de un paseo breve pero recordable. Hago constar la fecha, porque hoy 13, se cumplen 65 años, (sí, 65, ni uno menos) que al juzgado de Sayago llegamos solteros, la Yaya y yo, ella con 25 primaveras, yo con mis 26, y salimos para seguir juntos hasta marcharnos de este mundo. Le tocó a ella la partida antes que a mí. Pero me soportó casi 63.

Quiero compartir con ustedes este mi recuerdo agradecido.

Como ven, la intención era publicar nuestra excursión a la orilla del Queguay alrededor de esa fecha. Pero una cosa es la intención, y otra la capacidad de ejecución. De modo que lo publicaremos, (uso el plural porque el Santi también tomará parte ordenando espacios y publicando fotos) no cuando yo quiera sino cuando él pueda.
Acá va.
Salimos el Sábado 9 tempranito, por ruta uno hasta su empalme con la 3. Al llegar a la Santísima Trinidad de los Porongos, (ese es su verdadero nombre), nos sentamos en un parque muy bonito que se encuentra sobre la ruta, a tomarnos unos mates. Como no manejo, (la senectud tiene sus ventajas), aproveché para comprobar si el contenido de mi fiel compañera de viajes, doña petaca, no padecía ningún tipo de carencia.

Y, adelante. Pasamos por Paysandú y luego tomamos a la derecha por un camino secundario, hasta llegar a las cabañas ya reservadas. Están a unos diez metros de la orilla del Queguay, ahí oculto por un precioso monte galería, típico de nuestros pagos rioplatenses. Me acerqué para ver el río, y entre los árboles encontré, una vez más, como cuando gurí las buscaba, una planta de pitanga.

Las cabañas son dos; pero estas no son como las de Jacinto Vera.





Aquellas eran de lata por fuera y por adentro madera. En cambio estas, son por adentro madera, y afuera también madera. El inconveniente es que los baños están como a veinte metros de distancia. Sucede que este predio fue pensado para camping Las cabañas se añadieron más tarde. En este caso la distancia hasta esos baños no fue problema porque el tiempo era precioso. Mucho calor, pero una noche gloriosa. Plena luna llena. Al atardecer, el monte, asomado al Queguay, inmóvil bajo el calor norteño, es una sombra que se recuesta en el horizonte.

En cuanto a mí, el problema de los baños me tenía sin cuidado. Los usé antes de acostarme. Y, en la madrugada, salí un momento a observar la magia de la luna mirándose en el río. Y tan emocionado como agradecido, regué, pero no solo con lágrimas, los árboles del monte, húmedos ya de rocío.




Aclarado ese punto, (el de los baños) sigo con el relato. Estamos esperando, al abrigo de una estructura metálica muy amplia que imita una sombrilla gigante, la parrillada nocturna. Después de todo, no solo de sueños, silencios y paisajes vive el hombre. Y no te digo nada de la mujer. Y como la espera es larga, nada mejor que entretenerse con un equino blanco. Con la compañía de Liliana, que no es manca.
La otra componente del trío es “casi” abstemia. Que hemos de hacerle; nadie es perfecto.


Estamos esperando la salida de la luna, porque hoy es luna llena; Liliana filmó la gloria de esa salida y tomó fotos. De nuevo me envolvió el silencio, que nos dejaba escuchar el canto lejano, monótono e incansable de un grillo nochero. Y, envueltos en ese silencio lleno de saudades, la magia del río con su monte, la distancia luminosa, el calor del norte y los recuerdos.


Y al día siguiente, adiós a las cabañas y al Quegüay, y de vuelta al sur, ahora rumbo a Las Cañas, la playa fraybentina, a orillas del río querido.

Espléndida la playa y espléndido el viejo Uruguay. Ahí ya no es, como dice Sampayo, un cielo azul que viaja. Está, enorme y quieto, como un espejo luminoso para que el cielo se mire en él.

Ya sé, estarán pensando: cómo rompe ese tipo con el río.

Yo no tengo la culpa; sí tengo la suerte de haber nacido a tres cuadras de ese río, y haber perdido, (o ganado) horas, viendo pasar, en las crecidas, (no había represa) balsas de troncos con ranchos donde las mujeres, en morteros de madera, descascaraban el maíz para hacer el locro.

Después, llevar a pastar a la Pampita, la vaquita familiar, a la desembocadura del riacho; el Santi conoce el lugar.

La playa, como todas las de nuestras costas, una media luna de arena preciosa; los árboles, como en todas las de agua dulce, llegan casi hasta la costa, haciendo que se transformen, en “playas parques” que son una bendición.







La edificación me sorprendió. Claro; el 80 % debe ser de argentinos. Lo que no entiendo es como se animan a vivir ellos, y, lo que es peor, a arriesgar a sus hijos a adquirir quien sabe que enfermedades siniestras por la contaminación de Botnia.

Aparentemente los ambientalistas de Gualeguaychú ya no son los de ayer.

O no los creen como ayer.

La posada perfecta; vista al río, baño de primera, frigobar, microondas, pileta y sitio para minutas Y, lo más importante, televisor para ver Intrusos, Tinelli, Susana, Gran Hermano y puteríos de los famosos de la farándula. Todo en directo para de esa manera enriquecer nuestro acervo cultural .

Hablando en serio, la belleza del lugar es realmente sorprendente.

Liliana sacó una foto, (desde el jardín del fondo de la posada que cae sobre el río,) de una puesta de sol gloriosa, con la costa argentina dibujándose en el horizonte.

Como corresponde, había que sumergirse en el viejo río. Y, milagro, tanto a Liliana como a mí las mojarritas, (digo milagro porque hay incontables y no sé como sobreviven a la contaminación,) se entretenían mordisqueándonos las piernas.

Y de vuelta al pago; pensando que realmente vale la pena visitar Las Cañas.

Retorno por la 2, y, en Santa Catalina, un pueblo al que no conocía, paramos a tomar unos mates y descansar. Liliana filmó una iglesita preciosa.

Llegada a casita y se acabó la aventura. Pero nos queda una preciosa experiencia para enriquecer nuestros recuerdos.

viernes, 20 de enero de 2012

BOCAS DEL ROSARIO



Vamos, aunque tarde, a contarles de nuestra aventura acuática, a las que nos condujeron Susana y Fernando.




Sí, Fernando Terreno, el mismísimo cordobés del blog. Susana es la señora que lo soporta. Nuestro agradecimiento a esa querida pareja con la que pasamos un día inolvidable.

Salimos el Domingo 15, no a la hora señalada, establecida entre las nueve y las diez, sino a las once.(no por mi culpa) Claro; como corresponde a un señor de la quinta edad y de conducta intachable, (en lo que a puntualidad se refiere, seamos honestos) dejé la comodidad de mi lecho a las 8 de la madrugada para hacerme cargo de la preparación del evento. Por supuesto que hay prioridades. Para complacer a Liliana que fue quien me la regaló, llené una preciosa petaca forrada en cuero, con el espíritu un si es no es alcohólico de un equino escocés,(blanco, por supuesto) que espero siga galopando hasta el fin de los tiempos.

Y, como dice el Sabalero, salimos por la ruta uno rumbeando pa’ la Colonia. Un día espléndido, a los queestamos acostumbrados, aunque ahora esperando una lluvia bienhechora que pinte de verde los campos de la patria, ya con la sequía amarillentos.

Al llegar al quilómetro de cuyo número no puedo acordarme, tomamos a la izquierda por un camino de balasto, hasta llegar a la ribera del arroyo Rosario, ahí ya convertido en río, donde nos esperaban el corntorno es realmente maravilloso.


El típico monte criollo cubriendo de verde oscuro las dos orillas, tupido, con sus caminitos sombríos, pero estos sin las pitangas de mi niñez, aquellas que ya por Diciembre nos teñían los dedos y la boca de morado. Ellas no llegan al Sur; los gurises de acá no saben lo que se pierden.

El parador de la costa, atendido por unos veteranos encantadores que creo son sus dueños, en su sencillez te invita a sentirte como en casa. Y, como decía don Manrique, a huirle al mundanal ruido.

Entonces, luego de una visita al Rebelde, salimos a un paseo por el río, a descubrir su unión con el grande como mar

Y, otra vez, aunque no lo crean, volvió el gurí que nunca se va del todo, para traerme el recuerdo de las travesías del Uruguay con papá, en aquellos botes a vela. Y, por supuesto, como lo hacía entonces hacen ya más de 80 años, hundí mi mano en el agua, y, milagro, esta también estaba tibia como aquella.



Fue un paseo espléndido, tal vez más para mí que para los compañeros; ellos son personas normales. No todos llevan a cuestas horas enteras de la infancia esperando, a la orilla del río gigante, el salto de una mojarra o la flecha tornasolada de un martín pescador hundiéndose en el agua para salir con su presa en el pico. Por otra parte, para mí fue más corto porque abandoné el gomón antes del fin del paseo. Mi cintura ya no es la de ayer. No entiendo porqué; al final los años no son tantos. No digo cuantos porque no me acuerdo.



Olvidaba que los anfitriones nos invitaron a almorzar en el parador. Pedí una milanesa y el plato le quedaba chico. A babor y a estribor del pobrecito, varios centímetros de esa milanesa asomaban victoriosos. Además, papas fritas y ensalada con tomates de la casa. Realmente linda comida de verano. (la ensalada).

Dormí una pequeña siesta a bordo del Rebelde. Ya por la noche, nos alejamos de la luz de la posada, no demasiado, pues me invitaron a mirar la maravilla del firmamento. Realmente sobrecogedor. Hace poco estuvimos en el Lunarejo y luego en la quebrada; nada que ver. Tal vez acá la luz sea menor, y por eso el milagro es mayor. Volví a ver en toda su gloria la vía láctea, Sirio, las siete cabritas, las tres Marías y la cruz del sur. Y las estrellas de primera magnitud, que no las veía en todo su esplendor desde mi niñez, cuando con mi hermana Lola nos pasábamos horas panza arriba descubriendo dibujos en el firmamento hasta que desde casa nos llamaban. ¡ les va a hacer mal el sereno!. …Y, como todo termina, el día y el paseo también lo hicieron. Y de vuelta a casa. Felices y agradeciendo a esa gente querida la invitación. . Y, hasta la próxima que esperamos sea en la Cueva del Santi o en mi patio de los helechos, junto a los compañeros de esta aventura, con la compañía de algún otro componente de esta asociación para delinquir.

y por si todo fuese poco esta fue la música que nos acompaño todo el paseo, una verdadera maravilla que les dejo para que disfruten ustedes también


jueves, 12 de enero de 2012

VUELTA AL RUEDO

Hoy, jueves 12 de Enero del 2012, vuelvo al ruedo bloguero. Y, créase o no, los culpables del regreso resultaron ser dos personajes, muy distantes uno de otro en el tiempo, pero, a pesar de la diferencia académica, no tanto en la capacidad de comunicación. El vehículo de unión de esos dos personajes, es la música . Por lo que no importa mucho su origen, tiempo o estilos, Claro; la formación, ¿o deformación? profesional, nos, (me) impiden a veces, disfrutar a pleno hermosas manifestaciones populares. Los personajes en cuestión fueron, primero papá Haydn, que, nacido en 1732, se atrevió a vivir hasta 1709, (una barbaridad para la época) y escribir alrededor de 100 sinfonías. Y, esta mañana, mientras tomaba unos mates y, claro, criollo al fin, mate sin caballito no tiene un criterio, me dio por escuchar una de esas 100; " la sorpresa". Se la llama así por un golpe de timbal inesperado. Y pensé que injustos son los historiadores. Mientras la escuchaba, pensé que para el Amadeus, el Ludovico al que la mayoría conoce por el himno a la alegría de la novena, y para un montón de esa época, la obra legada por ese genio fue ineludible para su formación. Y, claro, es inevitable la emoción y el recuerdo de las veces que fui, yo también, con mi pequeñez el encargado, junto a los compañeros de mi querida orquesta de traducir en sonido las ideas de esos gigantes.
Y, luego, quise oír algo nuestro. Y escuché al Sabalero. "Media galleta , rompiendo los bolsillos, cañita mojarrera, etc. Y la otra; yo ya no entiendo, que quieren los vecinos, uno nunca hace nada , y a cual más rezongón. La calle es libre, pa andar por la vereda corriendo a trás del aro, llevando el andador. Los gurisitos de toda la barriada, cuando el sol pica en pila, se van pal cañadón. Si habré llevado el andador, si me habré mojado las patas en la cañada, y corrido tras los panaderos, esas semillas voladoras de los cardos . Así que pagaron ustedes el pato. Me emocioné, y me dió por escribir.
Pero ahora; los conmino a organizar una reunión antes que el verano se ausente. Miren que les va a quedar un remordimiento terrible, cuando piensen, --teníamos que haberlo hecho; después de todo, en el fondo no era tan malo; el problema que desde el 71 nunca se movió del frente.--
No olviden que a un nonagenario hay que hacerle los gustos. Así que pongan la fecha, y vamo arriba . Un abrazo

lunes, 26 de diciembre de 2011

A toda la barra de blogueros un saludo cálido y un abrazo fuerte con los mejores augurios de este integrante de esa barra.
Felicidades

sábado, 19 de noviembre de 2011



Salimos con Liliana y una pareja amiga el Sábado 12 a las 8 de la madrugada por ruta 8. La conductora, jefe de la expedición y dueña del medio de transporte era la antes nombrada. La ruta, no por conocida resulta monótona; siempre hay cosas nuevas para ver y disfrutar. A la altura de Minas, el Santa Lucía chico, ya más adelante el Cebollatí y el Olimar. Lástim
a que como solo a los genios, en un país turístico como se supone es este, se les ha ocurrido construir la baranda de los puentes, no como se hacían, con columnas que dejaban ver las cintas de ríos y arroyos a quienes los recorrían, sino en forma de muro lo suficientemente alto como para ocultar esa hermosura.

En una estación de servicio de Ancap, a la altura de 33, paramos para cargar combustible y, en el minimercado de la estación, comprar algún refresco. De lo otro íbamos provistos. No se concibe ir a un paseo campestre sin practicar equitación. Y para hacerlo, es bueno tener siempre a mano un Caballito. Y si es Blanco, mucho mejor. Pero como de costumbre, genio y figura, olvidé mi sombrero en casa. Como el sol del norte no perdona, decidí comprar uno. Le pregunté a la cajera y me contestó que no tenían. Se ve que ante mi cara de desolación, ( o mi atractivo personal), me dijo: no se aflija; yo le consigo uno. Fue hacia adentro, y se me apareció con una gorra con el logo de Ancap. Cuando le pregunté el precio, --de ninguna manera , me contestó; es un regalo--. Y, dejando de lado las bromas tontas, confieso que me emocionó el ver que, a pesar de todo, todavía quedan seres humanos que valen la pena, y hacen honor a la especie. Después, ya en la cabaña donde nos hospedamos, encontré en la parte interior del gorro, el nombre de Mónica. Era de ella. Cuando volvimos, mientras se cargaba combustible para el regreso, entré al mini, y por suerte no estaba en la caja; le pregunté a la muchacha de turno, y me dijo que volvía en la tarde. De esa manera pude comprar unos bombones y dejárselos como agradecimiento.

Y seguimos andando. Tomamos la ruta que lleva a la quebrada; un camino secundario de balasto, sinuoso y nunca plano; siempre adornado por matas de margaritas que parecen explotar en amarillo.



El borde del camino está siempre pintado de ese color. A medida que avanzamos, ese camino se vuelve más quebrado; repechos y descensos con curvas a veces imprevistas, mientras a la distancia, el paisaje parece hecho para enloquecer a algún pintor de aquellos impresionistas. Contraste de verdes oscuros en los pinares, claros en los eucaliptos, y luminosos en la gramilla cubierta de rocío cuando la pinta el sol de la mañana, ya bastante alto sobre el horizonte. Y, a la distancia, como recostadas en ese horizonte, las cuchillas se desperezan llenas de esas cambiantes luces y sombras mañaneras.

Llegamos a destino, a ocupar el alojamiento, unas cabañas de paredes de madera y techo de totora, acorde con la aventura de revivir tiempos ya idos. Sin luz eléctrica, cada vez que iba al baño, recorría la pared cercana a la puerta en busca de la llave. La presencia del farol a gas, un avance frente al de mecha de mi niñez, hace que, que aunque no vivamos aferrados a los recuerdos, ellos no dejen de acompañarnos.

Y, en el entorno de nuestra cabaña, troncos de árboles, (eucaliptos) centenarios, que fueron cortados a una altura que los hace, con su diámetro de casi un metro, lugar de apoyo del termo para mientras se matea, charlar a gusto y paladar.

Liliana y los amigos arrancaron para la quebrada. Como no soy ya el de ayer, decidí descansar y juntar fuerzas para el día siguiente. Me senté en el patio, y recibí la visita de una pareja de chingolos, (el gorrioncito criollo), que evidentemente, al no ser agredidos, son mansitos. Vinieron a buscar comida; fui a traerla, pero al volver no estaban. Pero sí estaban golondrinas, que se paseaban volando bajito en bandadas azules, armando un escándalo de chirridos nada musicales, pero que les servía, para así, a su manera, cantarle a la vida. Y volvieron los chingolos. Ya con más confianza, aceptaron el pan que les puse, y se los llevaban, se ve que tienen a sus nenes. Estoy seguro que de quedarnos unos días, terminaban comiendo de mi mano.


Esa noche usamos la churrasquera de la cabaña para practicar el ritual del asado criollo, chorizos incluídos. Lo hizo Javier, el esposo de una colega y amiga de Liliana, con los que compartimos la aventura. Después, ver de nuevo el cielo poblarse de las estrellas que solo pueden verse en la soledad y ausencia de luz del campo, y que a los habitantes de la ciudad nos están negadas. Venus rutilando casi en el horizonte, y el cielo inmenso, donde no cabe una estrella más. Lo que no pude ver, fue la vía láctea; no se si no es visible en esta latitud. Y pensás como nuestros antepasados, deslumbrados por ese milagro, no se iban a inventar un Dios, (a nuestra imagen y semejanza, claro) capaz de crear todas esas maravillas. Y los árboles quietos, y el silencio que de pronto se acaba cuando un grillo nochero empieza a cantar y parece que es para toda la noche. Y, ahora sí, al día siguiente a la quebrada. Pero como me levanté cuando doña Aurora se desperezaba y el sol recién aparecía, me encontré con el eterno milagro de la mañana. ¿Recuerdan la canción de los Olimas?. “ no te apures mañanita, que el silencio está quietito, y en la punta de los pastos, está dormido el rocío” Este no estaba dormido. Pocas veces, (diría que nunca) he visto, y menos en primavera, un rocío como este. Me mojé hasta el apellido cuando fui a buscar unas flores del campo que en la noche aparecieron a poca distancia. Y, ahora sí, a la quebrada. Si bien las cabañas no están lejos, como después hay que meter pata, fuimos en el auto hasta el inicio de la pasarela. Liliana que estuvo hace un par de años, quedó encantada; antes había que bajar todo ese tramo a pie por entre pedregales. Es que sabían, los encargados del lugar, que iba a visitarlos un señor que ya cumplió cinco veces 18, y se compadecieron. Quedó preciosa. La pasarela, quiero decir Si bien es verdad que es empinada y el regreso se las trae, primero escalones y luego un repecho que ya te digo, no hay piedras de punta ni tierra suelta. Solo la madera amiga. Y, en lugar de pasamanos, una cuerda solidaria. Termina en una balconada que domina el panorama , donde se unen el arroyo Yerbal con la Cañada de los helechos, que corre por el túnel de vegetación que cubre el fondo de esa quebrada. Es realmente de una belleza impresionante. Y los cuervos. En realidad son buitres, parientes modestos del cóndor, con su pescuezo pelado. Planean por decenas; desde la balconada de la pasarela parecen casi al alcance de la mano. Sin embargo en las fotos no aparecen. Tal vez dada la velocidad con que lo hacen, con cámara común no sea posible tomarlos. Y, a la distancia, la cinta del Yerbal que como un sendero líquido entre colinas camina para encontrarse con la cañada, y sigue con ella por un túnel de helechos y vegetación únicos, que medra gracias al microclima, único en ese lugar, que creo no se da en otra parte del país. Tuve que conformarme con verlo a la distancia. Pero con un poco de imaginación, no solo lo ves sino también le agregás algo que quisieras ver. Y a hacer alpinismo en la pasarela para el regreso, y disfrutar, esta vez en sentido contrario, la gloria del paisaje. Espero que las fotos de Liliana hayan salido bien, para en algo, compartir con ustedes esa maravilla. Ahora, no es cuestión de ver la quebrada y después morir. Te tiene que dar tiempo para recordarla. Y hay tanto, que puede llevar mucho. Y, de vuelta al pago, pensando que, como siempre, las horas que tenemos para disfrutar de las cosas lindas tendrían que pasar más lentas.