


Salimos el Domingo 15, no a la hora señalada, establecida entre las nueve y las diez, sino a las once.(no por mi culpa) Claro; como corresponde a un señor de la quinta edad y de conducta intachable, (en lo que a puntualidad se refiere, seamos honestos) dejé la comodidad de mi lecho a las 8 de la madrugada para hacerme cargo de la preparación del evento. Por supuesto que hay prioridades. Para complacer a Liliana que fue quien me la regaló, llené una preciosa petaca forrada en cuero, con el espíritu un si es no es alcohólico de un equino escocés,(blanco, por supuesto) que espero siga galopando hasta el fin de los tiempos.
Y, como dice el Sabalero, salimos por la ruta uno rumbeando pa’
Al llegar al quilómetro de cuyo número no puedo acordarme, tomamos a la izquierda por un camino de balasto, hasta llegar a la ribera del arroyo Rosario, ahí ya convertido en río, donde nos esperaban el corntorno es realmente maravilloso.


El parador de la costa, atendido por unos veteranos encantadores que creo son sus dueños, en su sencillez te invita a sentirte como en casa. Y, como decía don Manrique, a huirle al mundanal ruido.
Entonces, luego de una visita al Rebelde, salimos a un paseo por el río, a descubrir su unión con el grande como mar
Y, otra vez, aunque no lo crean, volvió el gurí que nunca se va del todo, para traerme el recuerdo de las travesías del Uruguay con papá, en aquellos botes a vela. Y, por supuesto, como lo hacía entonces hacen ya más de 80 años, hundí mi mano en el agua, y, milagro, esta también estaba tibia como aquella.
Fue un paseo espléndido, tal vez más para mí que para los compañeros; ellos son personas normales. No todos llevan a cuestas horas enteras de la infancia esperando, a la orilla del río gigante, el salto de una mojarra o la flecha tornasolada de un martín pescador hundiéndose en el agua para salir con su presa en el pico. Por otra parte, para mí fue más corto porque abandoné el gomón antes del fin del paseo. Mi cintura ya no es la de ayer. No entiendo porqué; al final los años no son tantos. No digo cuantos porque no me acuerdo.
Olvidaba que los anfitriones nos invitaron a almorzar en el parador. Pedí una milanesa y el plato le quedaba chico. A babor y a estribor del pobrecito, varios centímetros de esa milanesa asomaban victoriosos. Además, papas fritas y ensalada con tomates de la casa. Realmente linda comida de verano. (la ensalada).
Dormí una pequeña siesta a bordo del Rebelde. Ya por la noche, nos alejamos de la luz de la posada, no demasiado, pues me invitaron a mirar la maravilla del firmamento. Realmente sobrecogedor. Hace poco estuvimos en el Lunarejo y luego en la quebrada; nada que ver. Tal vez acá la luz sea menor, y por eso el milagro es mayor. Volví a ver en toda su gloria la vía láctea, Sirio, las siete cabritas, las tres Marías y la cruz del sur. Y las estrellas de primera magnitud, que no las veía en todo su esplendor desde mi niñez, cuando con mi hermana Lola nos pasábamos horas panza arriba descubriendo dibujos en el firmamento hasta que desde casa nos llamaban. ¡ les va a hacer mal el sereno!. …Y, como todo termina, el día y el paseo también lo hicieron. Y de vuelta a casa. Felices y agradeciendo a esa gente querida la invitación. . Y, hasta la próxima que esperamos sea en
y por si todo fuese poco esta fue la música que nos acompaño todo el paseo, una verdadera maravilla que les dejo para que disfruten ustedes también