Ya, en cierto modo, me conocen. Mi nene, el Santi, sin autorización,(atrevido como siempre,) publicó el relato de mis recuerdos. Como se habràn dado cuenta, no nací ayer. Con mi amigo del alma, Häberli, que se me fue hace poco, decíamos que con Benedetti e Idea Vilariño, somos de la sub 20. Por el año en que nacimos. Los espero.Tata

viernes, 10 de diciembre de 2010

…como uno de esos gurises, envuelto en el sol norteño…


Cuando estaba tratando (después de tanto tiempo) de finalizar el relato de mi particular formación académica, para que así entendieran, (o por lo menos procuraran hacerlo), mi enemistad con la sintaxis y la puntuación, (no hablemos de otros detalles) escuché casualmente al Sabalero. Y eso me decidió a posponer aquello. Pensé que a ustedes tal vez también les interesaría el conocer, y, en algunos casos hasta compartir, el recuerdo emocionado de un gurí de pueblo, que seguramente es común a todos los de esa época.

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Hace un momento termino de escuchar al Sabalero en la canción que lo catapultó a la fama. “Chiquillada.” Para los escuchas ciudadanos, seguramente puede emocionarlos. Pero para los que vivieron su infancia en un pueblo a los que aún no habían llegado, (porque no existían) la tele ni la compu, es como ver, envuelto en música y poesía, al gurí que fuimos, y el que felizmente nunca dejó de acompañarnos. Larbanois dijo, en un homenaje que se le hizo al Sabalero, que cuando escuchó esa canción, a él, que es de Tacuarembó, lo asombró el oír a un muchacho de J. Lacaze , nacido y crecido en un pueblo tan distante, describir su propia infancia. A mí me sucedió una cosa parecida. Es un misterio que los gurises de pueblos tan lejanos, carentes en absoluto de la comunicación actual, (estoy hablando de sesenta o más años atrás), tuvieran los mismos juegos e iguales juguetes , como eran el aro y su andador, fabricados por ellos mismos. Chiquillada es una canción para iniciados. Cuando escuché, “media galleta, rompiendo los bolsillos, palito mojarrero, saltitos de gorrión, los muchachitos de toda la manzana, cuando el sol pica en pila, se van p´al cañadón.” Vi, me vi yo también como uno de esos gurises, envuelto en mi sol norteño, rodeado de distancia y soledad, con mi palito mojarrero camino a la cañada, a donde iba (cuando mi padre me dejaba ir a pasar el día a la casa del lechero) a tratar de pescar alguna mojarra. Estoy seguro que muchos de los que escuchan la canción no saben, (y es lógico) que cosa es un palito mojarrero; como tampoco tienen porque saber lo que eran el aro y el andador. Pero eran juegos obligados, (y baratos) de los gurises pueblerinos. Por supuesto no voy a dar una conferencia explicativa. Pero el palito mojarrero era el sustituto de la caña de pescar. Lo hacíamos con la primera rama medianamente derecha que encontráramos, un poco de hilo de coser, un alfiler doblado en forma de anzuelo y vamo arriba. Ya lo dije, la mía no era un cañadón. Era una cañada con agüita transparente que pasaba cantando sobre los cantos rodados del fondo. No sé si alguna vez pesqué una mojarra. Pero, lo puse en mis recuerdos, y cuando muchos años después toqué, por primera vez con la OSSODRE el solo de Campo, el poema sinfónico de don E. Fabini, volví a ser el gurí aquel, al borde de la cañada, con las patitas en el agua ya tibia a esa hora de la siesta, envuelto en la magia del silencio, el sol y la distancia. Y pensé que don Eduardo, también a él, (era de Solís de Mataojo) para poner esa emoción en música, tuvieron que envolverlo en su pueblito como a mí en el mío, la soledad y la distancia infinitas, quemadas por el sol de una siesta de verano.