Ya, en cierto modo, me conocen. Mi nene, el Santi, sin autorización,(atrevido como siempre,) publicó el relato de mis recuerdos. Como se habràn dado cuenta, no nací ayer. Con mi amigo del alma, Häberli, que se me fue hace poco, decíamos que con Benedetti e Idea Vilariño, somos de la sub 20. Por el año en que nacimos. Los espero.Tata

viernes, 3 de julio de 2009

Currículum académico - episodio 3

Habíamos quedado en el episodio anterior de mi formación académica, que ahora hablaría de mi ingreso a preparatorios.
Eso sucedió gracias a un amigo de la familia que me consiguió un trabajo en la Kasdorf, una empresa alemana de productos lácteos. Fue la primera en el país en fabricar el yogur. Por eso acá, por muchos años al yogur se lo conocía por yoka. Yogur Kasdorf. Me pagaban $ 35 por mes. Era un sueldo excelente. El reparto lo hacía en un triciclo que en los repechos, (Montevideo se caracteriza por ellos) me dejaban de cama. Más tarde, cuando aumentó la clientela, el reparto se hacía empujando un carrito de mano. El territorio que comprendía mi reparto estaba limitado por Andes hasta Ejido y Colonia hasta Paysandú. Y, como buen representante de la quinta edad pienso en la diferencia con estos tiempos. Me dejaban en la puerta, afuera, claro, la botella y los 12 centésimos del valor del litro. Y, cuando eran departamentos, a veces de más de un piso, dejaba el triciclo o el carro con las botellas a la vista. No pensaba que pudieran robarlas. Y nunca me faltó nada. A pesar que a veces tardaba en regresar por que se entablaban discusiones sobre temas filosóficos con las empleaditas que salían a recibir los productos lácteos.

Pero a pesar de los 17, todavía estaban vivos en el alma los recuerdos de la infancia. No hay que olvidar que en ese tiempo éramos más ingenuos o más tontos. Ergo, todavía soñadores.

Entonces invité a Pascual, (con el argumento de conseguir el abono tranviario más barato) a inscribirnos en la escuela nocturna, primaria claro, que quedaba en la vieja calle Larrañaga. Quería, aunque suene ridículo, revivir tiempos idos. Eso, por supuesto duró muy poco. Ni nosotros ni el entorno eran los mismos. Pero, aunque les parezca mentira, a veces, cuando tomaba un tranvía, cerraba los ojos y el rítmico traqueteo de su rodar se transformaba en el del ferrocarril que de nuevo me llevaba al pueblo.

Claro; también vivía la realidad.


De modo que empecé mi aprendizaje artístico.

Como me gustaba la danza y a Pascual también, nos hicimos socios de un seudo club; la Casa d'Italia. Lo de club era para que los menores de 18 pudieran entrar. Figuraba como club pero era un bailongo al que iban las gurisas pioneras de la libertad.

No iban con las mamás. Y nosotros locos de la vida.
Y si bien luego no perseveré, transitoriamente cursé preparatorios de medicina. Mi compañera de baile me dio una serie de clases invalorables. No solo de medicina. También de relaciones humanas. En lo que sigue verán porque digo esto.
En aquel tiempo el único cine que veíamos era el norteamericano. y, o eran tarados, o había una terrible censura impuesta por alguna sociedad de damas virtuosas. Todas las películas terminaban con un beso apasionado del galán de turno; podía ser Rodolfo Valentino, Ramón Novarro o alguno menos sexy. Pero tanto los besos finales como los que se repartían durante la película, eran a rigurosa boca cerrada. Así que nuestro primer beso de mi parte fue respetando los cánones establecidos; pero resulta que mi profe no los respetó y me dio la primera lección práctica. Cuando me presenté a la segunda, quedó encantada de mis progresos, pero me aconsejó no extralimitarme. Me había tomado la cosa tan en serio que estuve a un tris de extirparle las amígdalas.
Por otra parte también me apasionaba la anatomía, por lo que le pedí me la enseñara. Pero había un problema; y es que las clases las dábamos en el zaguán de su casa; y, al no haber luz, tuve que aprenderla al tacto. Aparentemente no hubo ningún inconveniente; según ella, mis aptitudes y mis progresos en la materia le causaban un enorme placer.
Cumplido entonces el ciclo de bachiller, llegó la hora de mi ingreso a la Universidad.
Entonces puesto en la disyuntiva de optar por la medicina o la música, lo hice por esta última.

Esto, claro, es capítulo aparte. Irá, si les interesa, en el próximo episodio

lunes, 1 de junio de 2009

CURRICULUM ACADÉMICO. Episodio 2


Como habrán podido observar, en mi primer año de "secundaria" adquirí una cantidad invalorable de conocimientos. Pero no gramaticales, sino de vida.
Y al pasar de curso, el aula que me tocó en suerte fue un taller de herrería del que era dueño el novio de mi hermana. Como aprendiz tenía que llegar al taller a las 6:45, para barrer el local, prender la fragua y tener listas las herramientas. A las 7 empezaba la rutina; alcanzar esas herramientas a los oficiales, ayudarlos en sus tareas y realizar trabajos fáciles. Lo que me fue de enorme utilidad para cuando hice primero nuestra casa y luego la de Santiago. Ganaba 5 reales por día. En el café mi sueldo era de 6 pesos mensuales. Acá cobraba $ 5.50 por quincena; casi el doble.


Pero un día un amigo me recomendó a unos fabricantes de bisagras, cerraduras y afines, donde pagaban 0.75. Jornales eran los de antes. Sucede que el puchero de pecho valía 0.12 y todo lo demás en relación. Con 0.50 diarios comía una familia El problema es que a la herrería iba a pie, y aquí el transporte, que siempre fue caro, me salía 0.20 por día. No valía la pena.

Pero ahí mi ingenio resolvió el problema.


En ese entonces, si los “canillitas”(*) llevaban un diario debajo el brazo, (era su tarjeta de presentación) no pagaban boleto.


Bueno; ahí recibí la lección práctica de como aprovechar las situaciones favorables. Conseguí un diario, me lo coloqué al mejor estilo canilla, y, aunque había que cambiar de ómnibus cada cuatro o cinco cuadras, (el guarda, 99% galaico él, te decía: “¡vamos, que ya van 6 cuadras; bájate, coño!”) igual valía la pena.


De modo que me ahorraba 1.10 por semana. Claro que a mi hermana no le decía nada. La quincena la daba íntegra en casa. Era lo correcto; así aprendíamos a no vivir a expensas de otros, y a sentirnos en paz con nosotros.
Y, cada fin de semana, mi hermana me daba 0.50; los que sumados a los 1.10 no muy santamente adquiridos, daba 1.60. Lo que significaba: entrada al cine Sábado y Domingo. La entrada costaba 10 guitas matinée, y 15 con vermouth añadida.


Quiere decir que con Pascual, teníamos para el cine, cigarrillos Rodelú, (mentolados) y una masa de 10 centésimos para cada uno. Cuando alguno tenía dinero, y el otro no, era de los dos. Pascual trabajaba en el salón que tenía el padre en la Bolsa de Comercio. (ahora de valores) Lustraba zapatos y vendía números de lotería en la calle. El llegó a ser después corredor de esa Bolsa y pudo así amasar una pequeña fortuna. Y, aunque en muchos aspectos somos distintos, hace 76 años que nos decimos lo que pensamos, puteadas incluidas. Nunca nos peleamos; y nunca pasamos un cumpleaños sin juntarnos a tomar una. Lo de una es un decir. Saquen la cuenta; 76x2. Son algunas. Con él en ese tiempo nos vimos el estreno de todas las películas del Mago. Más de una vez, claro. Y no siempre, pero muchas veces, después de las creaciones, (lo eran doblemente; la música era suya, y las interpretaciones eran también una creación) especialmente “Cuesta abajo” o “Sus ojos se cerraron”, era tal la zapateo que el operador tenía que parar la proyección, rebobinar y hacer un bis.







Y de nuevo afloró mi ingenio un si es no es fraudulento. Como excusa no muy válida hay que tener en cuenta que tenía 14 o15 años. Era inimputable. En ese tiempo, los cines de barrio se daban el lujo de tener cuatro acomodadores. Terminada la matinée, ellos pasaban controlando las entradas. Pero como la fila central era la más concurrida, los de las laterales iban más rápido. Y le dije a Pascual: si nos sentamos en la orilla de la central en las fila 8 o 9, cuando pasan los de las laterales nos corremos y vemos la vermouth de arriba. Así nos vimos “Caballero sin espada”,




“Horizontes perdidos”,



“Los tres mosqueteros” y un montón más. Hasta que un día una voz inamistosa nos dijo: ¡¡¡entraaadas!!!. Y nosotros con cara de inocentes, ¡pero si ya las dimos.! -Vamo afuera, vivos. Como dijo don Antonio, todo pasa y no siempre todo queda. Y llegó el momento de ingresar a lo que en aquel tiempo era "preparatorio" para luego hacerlo a la "Universidad".
Pero, como decían en las películas en episodios, cuando el bandido raptaba a la muchacha y el héroe salía en su persecución, "lo verá en el próximo episodio"

sábado, 23 de mayo de 2009

EL ÚLTIMO DE LOS MOHICANOS

Los que leyeron mi presentación, habrán visto que de los compañeros de la sub 20, Carloncho, Carlos Häberli, el amigo del alma, se fue primero. Le llamo la sub20 a los que nacimos en 1920. Lo siguió Idea, y ahora también Mario. Lo que quiere decir que les está escribiendo el último de los mohicanos.

Galeano dice que a veces, uno quiere escribir y las palabras no vienen. Pienso que en mi caso, el problema es mucho mayor. De manera que no vienen casi nunca. Me alcanza con leer las actualizaciones y comentarios de ustedes, para darme cuenta que hay años luz de distancia entre vuestro dominio del lenguaje y el mío. Y no digo nada de la inventiva.

Yo apenas soy capaz de relatar hechos. Y, para que vean que no exagero, les voy a contar lo que fue mi formación académica.
En la escuelita de mi pueblo fui hasta quinto grado.




A los 10 años, marché al Seminario de Salto donde estuve un año y medio. En el primer curso, mucha historia sagrada, rudimentos de latín, algo de gramática, oraciones y letanías varias, ayudar a misa, etc. Lo bueno es que llegué en vacaciones y además de ir a pescar y bañarnos en el arroyo San Antonio, aprendí a jugar al truco y al mus. Eran jesuitas; un poco más mundanos.

Pero al año siguiente no aguanté más. Pedí para irme,(papá había muerto estando yo en el seminario) pero precisaban Ministros para el Señor y no me dejaron. Entonces me porté mal y me puse pendenciero, hasta que logré mi objetivo.

Vuelto al pueblo, al no estar papá, unos amigos de mi hermana me dieron hospedaje en su establecimiento de campo, donde se sembraban hectáreas de trigo, lino y maíz. Estaba ubicado, para mi disgusto, sobre la orilla del Río Uruguay donde desemboca el Itacumbú. Les llevaba, tempranito, en un petiso tordillo, a través del campo húmedo de rocío, , el desayuno a los tres hermanos, hijos de los colonos. En una lata de aceite de dos litros, café o mate cocido con leche y pan casero.



Y llegó el momento de dejar el pueblo; solo estábamos Adela y yo. Mis otras hermanas, la tía Catalina y todos los primos, vivían en Montevideo. La crisis (en ese tiempo también las había) estaba en su máximo esplendor. Entonces me colocaron en la Escuela al aire libre, en Ocho de Octubre entre Larrañaga y Propios. Ahora son L.A.de Herrera y B. y Ordóñez. Para que no haya resentimientos. Teníamos desayuno, almuerzo y merienda. Me pusieron en 5°, que era el grado más alto. En una oportunidad la maestra preguntó que era la gramática. Levanté la mano; y: la gramática se compone de prosodia, analogía, sintaxis y ortografía. Se quedaron estupefactos; maestra incluida. Mi ego creció no sé cuantos metros. La verdad, yo tampoco la tenía muy clara.




Y al año siguiente con mis 14 primaveras ingresé a “secundaria”, que era un boliche (bar) cuyos habitués, mis condiscípulos, eran proxenetas, putas pobres, y quinteros que llegaban con sus carros a tomarse la cañita mañanera, y a la vuelta, la vespertina. Por la mañana traían sus enormes carros de cuatro ruedas tirados por percherones formidables, y al retorno, llenos de abono vacuno que cargaban en los innumerables tambos del Montevideo de entonces. Me parece verlos, con sus camisas de franela a cuadros. El boliche se llamaba la Picada; estaba enclavado en el Puerto Rico; en ese entonces un barrio de prostíbulos baratos.





Con mis catorce años recién cumplidos, atendía de la noche a la mañana a las y los clientes. La mayoría de las muchachas eran muy buena gente. Me tomaron cariño, y se divertían haciéndome cosquillas en mis partes secretas. Bah, no tanto. Y, como dice Discepolín, ahí aprendí filosofía, dados, timba, (sabía más de caballos que los catedráticos. ) Y no te digo nada de los tangos cantados por el inigualable. En ese entonces la radio de moda era la Fénix; estaba prendida todo el día, y todo el día se escuchaba a Canaro, Gardel, Magaldi, y algún pasodoble. Eso desde las 8 de la mañana hasta la noche.

Me asombro, porque con mi memoria devota del señor alemán, todavía recuerdo íntegras las letras de un sinnúmero de tangos. Claro; los cantaba el mago. Y, aunque les parezca mentira, con mis 14 años, junté las mínimas propinas hasta tener para un boleto y la entrada, me fuí a Maroñas. y me dejaron entrar y jugar. Como decía don Verídico. no tiene goyete. Entré, ¿Se acuerdan? “Preparate p'al Domingo si querés cambiar de yeta; tengo una rumbiada papa que abonará gran sport.” Pobres de ustedes; ¡que se van a acordar de lo que no conocen!

Pero la primera carrera era de debutantes; así que los catedráticos estábamos fritos. Después del paseo preliminar le jugué por la pinta a Avance, un tordillo precioso. Pero le ganó un overo, Oro 18. Por suerte. Aunque no creo que me volviera adicto. No tengo alma de timbero. Como ven, mi formación era inobjetable. Especialmente la gramatical. Tuve otra experiencia, esa sí provechosa. El clandestino que levantaba juego en el boliche, un día me dijo: "botija; faltan diez guitas para completar diez mangos; vos ponés el número y yo la plata. Si sacamo vamo a media." Entonces me acerqué al contador de la luz. Terminaba la cifra en 82. Cualquier tipo normal hubiera elegido ese número. Están arreglados; he aquí mi idea brillante: 8 - 2 =6. 6 y 2, 62. juéguele al 62. Y salió a la cabeza- Quedé famoso. . Y con mi bagage ¿o bagaje? de conocimientos, pasé de grado. Pero eso es capítulo aparte-

viernes, 8 de mayo de 2009

Un FRIKI de los años 20.


Yo sé que el tema de la actualización se dilató demasiado en el tiempo; pero sucede que al tener, por circunstancias actuales, que dedicarme a labores propias de mi sexo, se me hace difícil escribir con asiduidad. Pero la lectura del blog de Andrea donde nos informa de la pérdida de su frikinidad, (no sé si el término es ese; no lo conocía) , y de sus experiencias primeras, (literarias quiero decir) me hizo recordar las mías. Que fueron para mí, un gurí de 7 u 8 años muy especiales. Cuando los chiquilines de mi edad leían cuentos de hadas y duendes, yo le leía a papá, (él era ciego) todas las noches antes de dormir, lo que era un ritual, obras de F. Dostoievsky, A.Dumas, V.Hugo, J. Verne, etc., que le prestaba un señor con plata que tenía una hermosa biblioteca. La única del pueblo.

Ya sé; estarán pensando: “¡Pobre; con razón quedó así!” Pero, por suerte un vecino sin plata, me prestaba una revista; el Titbis, que traía novelas y cuentos por entregas.


No se imaginan la ansiedad de la espera que se repetía cada semana. Eran, la mayoría, relatos de aventuras y hazañas increíbles. Así viví emocionado los actos heroicos de Río Kid, un vaquero del lejano Oeste, bueno, inteligente seguramente rubio de ojos claros, que era una luz para sacar el revólver y reventar a bandidos y, especialmente a indios sucios, malos, ladrones y asesinos capaces de robarse mujeres blancas de los campamentos.


No sabíamos si ellas se resistían o estaban locas de la vida.


Me emocioné también con la hazañas de los filibusteros del mar Caribe. Acá la cosa era distinta. Estos eran valientes ingleses que con patente de corso luchaban heroicamente contra los enemigos de la rubia (¿pérfida?) Albión. No sé quién fue, si Isabel o Victoria, (no estoy seguro, pero dicen que una de las dos nunca perdió la frikinidad,) quien confirió al delincuente W. Raleigh el título de sir.



La única revista infantil que llegaba al pueblo era el Billiken; ahí leí algún cuento de Quiroga y, por supuesto, fábulas de Esopo y la Fontaine.






¿Películas? ¡Ja! En el pleistoceno en el pueblo no había biógrafo. Cuando excepcionalmente pasaban alguna "vista" en el salón de La Fomento, (era el salón de actos de la sociedad de fomento rural) para nosotros los pobres la entrada era prohibitiva.
Eso hasta los 10 años y en el ámbito de mi pueblo. Después, cuando llegué al Seminario con esos añitos recién cumplidos, la cosa en cierto modo cambió. Durante el almuerzo o la cena, la conversación estaba prohibida. El pan o la sal había que pedirlos en secreto. Mientras tanto, por turno, uno de nosotros leía en voz alta un libro. La mayoría de ellos edificantes. Pero, eran jesuitas, también un tanto réprobos. Así que en clase, aunque no lo crean, leíamos citas de Voltaire y otros condenados. Así que le tocó el turno a Don W. Scott con Ivanhoe.

A la hora del recreo éramos todos caballeros andantes. Pero nos asombraba que a un caballero templario, (defensor juramentado de la única religión verdadera) cuando se encontraba con Rebeca, judía ella, mientras Satanás se frotaba las manos, él sentía que le volaba la armadura; (ojo; estoy hablando de su atuendo defensivo) y perdía la compostura sin importarle la salvación de su alma.


Como el Tit-bits de mis tiempos, estos recuerdos serán también por entregas. Pero le digo a Ajo y Agua; ¿Te das cuenta que la caja de Pandora no era más que una cajita inofensiva comparada con el desastre que causó tu confesión?
Mirá las consecuencias; le trajiste a la memoria recuerdos emociones y sueños y le hiciste contar a un representante de la quinta edad cosas que tal vez solo a él le interesan.

sábado, 18 de abril de 2009

Recuerdos del río.



Este Juan Pascualero, el del blog “El cuchillo del herrero” con su casa anfibia, reflotó un montón de vivencias, perdidas en el tiempo pero nunca olvidadas. Todas tienen que ver con el (mi) río y su entorno.
Y aunque para quienes no vivieron esos momentos irrepetibles de la irrepetible infancia suene exagerado, hay cosas que cuando niño, como atravesar el río enorme en noches de verano o pisar descalzo el rocío de la mañana las disfrutábamos pero sin asombro, hoy, recuerdos queridos, hacen que sintamos muy hondo cada momento parecido a aquellos. Por eso en Piriápolis cada amanecer me parecía mágico. Si bien al estar rodeado por cerros faltba la distancia infinita del campo interminable, se nos perdía la vista en lo infinito del mar. Y pienso en los gurises de ciudad que al levantarse solo ven dibujitos o entran a internet. Por supuesto que es fantástico. Ojalá hubiéramos tenido nosotros también esa posibilidad. Pero; ¿que sentirían esos mismos gurises si un amanecer vieran en el espejo de un arroyo quieto subir como una gasa transparente el vapor que se desprende del agua hasta desaparecer en el silencio poblado de pájaros, al que quiebra cada tanto el ¡plop! de una mojarra que al saltar deja en el agua de ese arroyo, como decía don Juan Zorrilla, el dibujo de temblorosos círulos concéntricos. Seguramente sin saberlo, guardarían en lo más hondo el asombro que viviría de nuevo cuando de nuevo fueran testigos del milagro. Por eso traté, siempre que pude, que primero los hijos y luego los nietos, participaran al máximo de esas experiencias.

El Santi si bien no tuvo el río, sí fue dueño de un terreno de 500 metros con arboles para sentirse Tarzán. Pero ya contaré sus otras habilidades. De Liliana tengo una foto a sus tres añitos, mirando ensimismada paradita en la orilla el arroyo Solís, en P. del Plata. Y los tres nietos, si bien ya habían tenido desde su primera infancia las vacaciones felices llenas de sol y de paisajes, la primera madrugada milagrosa la tuvieron en termas del Arapey. Eran unos días increíbles. Una mañana le gané la levantada al sol y fuí testigo del episodio del vapor sobre el Arapey y el salto de la mojarra, círculos incluídos. Esa noche los invité a madrugar el día siguiente. Aceptaron y, pobrecitos, me los saqué de la cama al amanecer. Virginia y Tania, cuando les pregunté la semana pasada si lo recordaban, me contestaron las dos que todavía sienten el perfume del amanecer. Y el Risueño Fantasma, seguramente no lo olvidará nunca.


De las habilidades de mi nene, además de sus hazañas arbóreas, así como del Risueño, ya me ocuparé.

(NOTA: Fotos del río Arapey publicadas por Marcelo en Picassa Web )

domingo, 12 de abril de 2009

pascua

Creo que hoy ha sido unos de los dìas verdaderamente felices de mi larga y feliz vida. Liliana se mandó un chupín de bacalao memorable, vinieron el Santi y Bea, Virginia, Diego y la biznietas. Faltaron Emilio y Male para estar la plana completa. Pasamos una tarde preciosa, se mamaron por unanimidad, (de nada valiò el ejemplo paterno) Si algo bebì fue para que no creyeran que estaba enfermo. Siempre pensé que se debe predicar con el ejemplo. Quien te dice que algùn dìa les cuente algo de mis inquietudes . La quinta edad como el sur, también existe.

martes, 24 de marzo de 2009

Y AL TERCER MES RESUCITÓ


Damas y Caballeros:
Me he agenciado, con la ayuda del Santi, una laptop para mi solito. Y así, de esa manera poder escribir sin dejar sola a la Yaya. Por supuesto, no sólo para comprarla me ayudó, (La compró el; yo dije que sí a todo) y luego me orientó para familiarizarme, (hasta ahí nomás) con este engendro de mandinga. Y, para probar la impresora, me bajó de internet la historia de Piriápolis. En pocos segundos imprimió cuatro páginas completas. Como dijo el gaucho del cuento de Paco Espínola, "mágica eso". Y gracias a la lectura de esas páginas, me enteré de cuánto le debemos a ese loco iluminado que fué Piria. El hizo venir, para asesorar sobre las cepas de viña que encargó a Francia para su bodega al pie del Pan de Azúcar, a don Brenno Benedetti; abuelo de don Mario.
De modo que gracias a eso el Mario nació en el uruguay.
Y, gracias a él, 40 y pico de años después de realizado su sueño de crear una ciudad balnearia, se realizó el mío. Una casita al pie de un cerro inmenso, lleno de árboles envueltos en luz y cantos de pájaros. Y la felicidad de los hijos y los nietos. De eso hablaremos en la próxima entrega. Ahora termino acá porque con este chiche nuevo, teclado distinto y otros etcéteras, ya mis pobrecitas neuronas no dan más. La Flaca dice que ella es cursi. ¡ja! ya va a ver cuando les cuente mis experiencias.

viernes, 2 de enero de 2009

A los compinches.

Yo sé que estoy en deuda. (a lo mejor para suerte de ustedes) Pero algún día volveré.
Pero llegó el 2009, y como a pesar de eso permanezco, quiero hacer llegar a todos los cofrades, los compatriotas y los de allende el río y los mares, un abrazo enorme. No pongo lo que se estila en estas fiestas, felicidad, etc. etc., porque en ese abrazo, además del cariño, van todos los buenos deseos habidos y por haber. Otro abrazo más fuerte

sábado, 18 de octubre de 2008

SEGUNDA ENTREGA


Quedamos, en la entrega anterior, (no olvidar que este es un relato por entregas) en que de nuevo estaba en el pueblo. Pero papá había muerto estando yo en el seminario. La China y Lola estaban en Montevideo. Quedábamos Adela y yo solos en el pueblo. Así que marchamos a la capital. Viaje inolvidable. Salimos el 11 de diciembre del 1932 a las 12 y llegamos a Montevideo el día siguiente, el 12, a las 13. Viaje inolvidable. Al cruzar los puentes, arroyos como cintas bajo la luna, estaciones con gente despidiéndose y en el río Negro, bajo el puente donde nos detuvimos para que la locomotora cargara agua, una tortuga que llevada lentamente por la corriente. La recuerdo nítidamente. La máquina en las curvas resoplando y escupiendo humo y vapor, y al amanecer, la bruma que envolvía como gasas los árboles a la orilla de los arroyos.


Al llegar a la Estación Central, en Montevideo, nos esperaba mi cuñado al que le habían prestado un auto. Marchamos por 18 de julio, después por Avenida Italia y bordeamos el estadio construido dos años antes y dónde se ganó el primer mundial de fútbol de la historia. El mismo estadio donde después vi jugar a los para mí semidioses, Scarone, Petrone, Cea, Urdinarán, el manco Castro, Lorenzo Fernández, etc. todos campeones mundiales. Todos ellos, como lo dicen sus apellidos, auténticos representantes de la garra charrúa. Era un placer verlos jugar. Salían por supuesto a ganar siempre, pero a divertirse y deleitarnos. Ya sé, aquellos equipos no les ganarían a los de ahora; no tenían el entrenamiento profesional, no había táctica ni estrategia 4 2 4 - 4 3 3 etc. y si aparece un habilidoso, traumatología con el. Lo cuento y no me creen. En el nacional del quinquenio, (todos de pie) del 41 al 45, Ciocca, al que no lo paraban ni con un lazo, jugaba sin canilleras y de medias caídas. No sé si en todo ese tiempo estuvo con un par de lesiones menores. Te imaginás ahora. Sería habitué del CTI.




Paisajes y vivencias nuevas, experiencia distintas, pero pesar de todo, seguían siempre vivos el riacho, la pampita (la vaquita familiar), y los compinches de las tenidas de trompo, cometas, bolita, y, como dice el Sabalero, corridas de panaderos. No panaderos de oficio, sino las semillas voladoras de los cardos a las que llamábamos así, y no eran fáciles de alcanzar.

Una aclaración. Los acontecimientos para mí relevantes ni sueñen que aparecerán en orden cronológico. El orden de mis relatos es siempre caótico. Los acontecimientos siempre fueron “en aquellos tiempos".

Durante años soñé volver al pueblo. Cuando me atacaban las saudades, tomaba cualquier tranvía, cerraba los ojos, y el traqueteo de la ruedas era de nuevo el del ferrocarril que me acercaba a mis pagos. Y, aunque no lo crean, con la excusa de conseguir el abono más barato, invité a Pascual, un amigo, a inscribirnos en una escuela nocturna. Sé que es tonto; pero de esa manera quería rememorar mi niñez. Por supuesto, como dice el tango, que desencanto tan hondo.





La suerte quiso, (siempre la suerte me acompañó) que a poco de llegar a la ciudad fuera a vivir al mismo barrio donde lo hacía el que después fue mi maestro. Él era el flautista solista de la Ossodre. Si me hubieran dicho que 20 años después yo iba a ocupar su lugar, me hubiera reído. Él vivía frente a lo que hoy es Avenida Centenario, en ese entonces "el campito de Pérez" donde jugábamos al fútbol hasta la noche. Ahí me hice amigo de su hijo menor; y con Pascual, un componente de la barra, iniciamos una amistad que hasta hoy se mantiene. Somos bastante distintos en muchos aspectos, sin embargo, tenemos en común que nos puteamos y nos decimos lo que creemos nuestras verdades y nunca, (van 75 años que multiplicados por dos dan 150) hemos dejado de tomar una juntos en nuestros respectivos cumpleaños.

Cambiemos de tema. Ahora hablan de crisis. Crisis eran las de antes, la del 29, que aquí llegó a partir del 30, fue terrible. Con esa excusa, el presidente Terra, colorado él, dio el golpe de estado del 33. Suicidio de Brum, muerte de Grauert, y don Emilio Frugoni, rector de la universidad, atrincherado con los estudiantes resistiendo la dictadura. Por supuesto, lo sacaron de los fundillos. Pero dio el ejemplo y como las papas quemaban, a fines del 34 con mis 14 recién cumplidos, a trabajar de mozo en un boliche refugio de prostitutas y proxenetas (bah, cafishios de puta pobres les decían) situado en el barrio del Puerto Rico. El nombre lo tomó de un bailongo de hacha y tiza que funcionaba en un galpón con piso de tierra al que antes de empezar el baile regaban para aplacar la polvareda y donde a los milicos de la Guardia Republicana, (ahora coraceros) les hacían sacar las espuelas para entrar. Ahí inicié mis estudios secundarios. Los continué en una fábrica de bisagras, la herrería del que más tarde fue mi cuñado, y con un señor que construía casas como las de Jacinto Vera, casas de lata por fuera y por adentro madera.


Los estudios "universitarios" llegaron a los 17.

Pero antes, a los 15, llegó a mis manos no recuerdo cómo, aquello de Juana:


Descanso

Delicia, delicia de la casa en sombra
de la casa fresca bajo la canícula
de la mecedora y el libro en la verde
penumbra del patio techado de parras
donde runrunean avispas glotonas
y toda la siesta canta una chicharra.

Y luego, ¡delicia del sueño que afloja
la loca y eterna tensión de mis nervios!

Y pensé que no debajo de un parral, sino panza arriba en una enorme piedra de molino que había en casa, yo también disfrutaba de la sombra de un duraznero rosado en primavera y verde en el verano, también con un libro y en primavera, todo un enjambre de abejas y en verano escuchando no una, sino cien chicharras.


Entonces le pedí a un amigo que tenía un libro con sus poemas que me lo prestara. Cuando vi en la foto de la portada sus ojos y su boca, que para mis 15 años eran boca y ojos de diosa y leí cuando le canta a su río nativo, me enamoré sin remedio y para mi deslumbramiento final, “La hora” y “Amémonos”. Más de 40 años después, fui testigo y participé en su despedida definitiva, en el mismo Salón de los Pasos Perdidos donde hace 50 años la proclamaron Juana de América Fue despedida por su pueblo como ella lo quería. Recuerdo que Miguel Patrón que dirigió la orquesta con la que la despedimos, me dijo: “¿Viste Santiago, qué linda está?”. Y realmente se la veía plácida y en paz.
Para la gente actual es difícil imaginarse las que habrá pasado en el Melo de hace casi cien años una gurisa de menos de 20 capaz de escribir: “tómame ahora” y “amémonos”. ¿Se dan cuenta del espanto de las beatas y las señoras de Pro del pueblo? piénsese que María Eugenia Vaz Ferreira, cuando Juana le envió su libro, se lo devolvió por inmoral. Qué lo parió.

Y llegaron los 17 y como dije, mi ingreso a la "universidad".


Mi aprendizaje empezó empujando un carrito de mano lleno de casilleros de leche. Eran de hierro; el plástico no existía y las botellas por supuesto eran de vidrio. En la calle Paysandú había unos departamentos donde no había ascensor. Tenía que subir tres pisos con un casillero que pesaba sus 15 o 16 quilos. Realmente me enriquecí con experiencias que fueron también enseñanzas. Sirvientitas, (todavía no se les llamaba empleadas), algunas encantadoras y otras no. No sean mal pensados. Digo como seres humanos. Y muchos de sus patrones, que también eran muy buena gente. Era el año 37 y aunque no lo crean, muchos de esos señores, que económicamente estaban muy bien, no tenían auto. Todavía no era un artículo de primera necesidad. Y andando en la calle, aprendí un montón de cosas.

Como la Kasdorf, donde trabajaba estaba en Uruguay casi Paraguay, y en Paraguay antes de llegar a Uruguay estaba la Casa del Pueblo, me paraba a leer los editoriales de “El Sol”, diario del Partido Socialista, escritos por Don Emilio, siempre fui, hasta cierto tiempo muy ingenuo. Pascual dice que muy nabo. Cuando leí aquellos manifiestos, rebosantes de justicia, solidaridad y todos los elementos necesarios para redimir a la especie, me dije: lo que sucede es que la gente en su mayoría no sabe lo que es el socialismo. Hay que colaborar para que lo sepan, cuando eso suceda, el mundo va a ser una maravilla. Como ven, Pascual tenía razón. Y me integré a la Juventud Socialista. Fue una experiencia preciosa. Salíamos de pegatina; (eran las primeras elecciones ya terminada la dictadura) hacíamos el engrudo con agua, harina y soda cáustica, y a cumplir con nuestro apostolado propagandístico. Y volvíamos de madrugada felices por la labor cumplida. Casi nada; ayudar a salvar al mundo y en la Casa del Pueblo nos esperaban con panchos calentitos.




CONTINUARÁ

domingo, 28 de septiembre de 2008

Prometí contar cosas sucedidas...

...durante mi un poco larga existencia. Pero por lo mismo, todo de una vez no puede ser. De modo que, como dicen las buenas señoras de mi época, Dios mediante veremos en cuánto tiempo lo logramos. Acá va la primera parte
Como el viejo Caronte está ya sentado en la borda del bote con los remos en la mano para conmigo atravesar la Laguna Estigia, me ha dado por hacer un racconto de una cantidad de acontecimientos de los que algunas veces fui sólo testigo y otras también protagonista. No hay que olvidar que nací apenas 16 años después de la muerte de Aparicio Saravia, 2 de terminada la Primera Gran Guerra, y 70 de la muerte de Artigas. 18 menos de los que llevo al hombro. Todavía vivía alguno de sus contemporáneos.


Mi pueblo dormía con sus calles de tierra, alumbradas en las noches sin luna por faroles a mantilla, (no en todas las esquinas) rodeado de chacras que familias italianas habían instalado con ayuda del gobierno de entonces, a imagen y semejanza de las que dejaron, me imagino con que tristeza, en “il suo caro paese”. No recuerdo a los Nonos. Tenía menos de tres años cuando murieron. Pero sí, vagamente, (talvez por no haber visto nada igual) recuerdo la cama altísima con sus colchones de pluma, y una enorme escupidera de loza con su tapa labrada. Al nono le habían prohibido el vino. Entonces, cuando no lo veían, se escapaba a la bodeguita, le sacaba la goma a la máquina de sulfatar, la metía en el espiche del tonel, y se sacaba las ganas. Hasta que lo descubrieron. (prohibidos los lugares comunes, como hijo, nieto o biznieta-biznieto de tigre.)

En las esquinas de los almacenes había palenques para que los clientes ataran sus caballos.
Las lavanderas, casi todas brasileras, (no olvidar que éramos fronterizos, el portuñol era el idioma obligado) pasaban frente a casa rumbo al río con sus enormes atados de ropa en equilibrio sobre su cabeza. En las crecidas periódicas, todavía bajaban por el río la jangadas,(balsas les decíamos) con uno y a veces dos ranchos al lado de los que las mujeres, en morteros que se hacían ahuecando troncos, machacaban el maíz para hacer la mazamorra.



Un día, medio pueblo se había congregado frente a la casa del juez; él era uno de los pocos privilegiados del pueblo que tenía una radio; milagro reciente. Para el pueblo, claro. Y ahí, fuimos testigos lejanos pero asombrados de la llegada a Montevideo del Plus Ultra, aeroplano pilotado por Ramón Franco, hermano de Francisco, asesino de media España. Por primera vez a través del Atlántico, se unía Europa con América del sur.





PLUS ULTRA SOBRE BUENOS AIRES


Y hablando de aeroplanos, (todavía no eran aviones) el primero en llegar significó un acontecimiento al que no quedó nadie del pueblo sin ir a contemplar. Aterrizó en la cancha de fútbol.

No recuerdo la olimpiada del 24; pero sí fui protagonista en la del 28 y el mundial del 30; las dos finales ganadas a los argentinos 2 a 1 y 4 a 2. Fuimos todos en patota con cornetas y tambores a babosear a los vecinos de Monte Caseros, en el lado argentino. El río es ancho, pero se ve muy bien la otra orilla. Por supuesto estaba desierta. No se veía ningún correntino. Parece mentira; pero éramos dos pueblos verdaderamente hermanos. Como decía don Verídico, fóbal es lo que tiene.


La llegada de la electricidad fue memorable. Papá me decía; vas a ver que cuando la instalen, por oscura que sea la noche vas a poder ver un gato a más de una cuadra. El día de la inauguración, todas las casas abrieron puertas y ventanas, y encendieron sus lámparas uniéndolas a las de la calle. Banda de música, cohetes y festejo general, discursos incluidos.
A pesar de todo, en las afueras se podían ver nítidamente las tres Marías, las Siete Cabritas, la Cruz del Sur y la Vía Láctea, que para un gurí soñador era un camino luminoso poblado de misterio. Y, en Noviembre, no sé por qué, centenares de estrellas fugaces. Después, nunca más las vi con esa magnificencia ni en Pirlápolis, cuando salí a buscarlas, campo afuera, ya con más años a cuestas. Por más que me alejara, siempre había polución luminosa. Quien no vio una noche de verano del norte cuando no hay más luz que la de las estrellas, por más que quiera, no puede imaginarse lo que son. Por algo, hace unos miles de años, los griegos llenaron de dioses el Olimpo. Les bastaba mirar el cielo en una noche serena de verano para inventarlos.


Vi llorar a papá cuando murió, según él, el último de los tres José; Artigas, Varela y Batlle, forjadores del paisito. Y a medida que pasan los años, le doy cada vez más la razón. Igual que en Montevideo, la gente, el verdadero pueblo, lloraba a su representante. Lástima que se hizo verdad aquello de que nunca segundas partes fueron buenas. Y lo peor es que hay algunos hijos de puta que aún ensucian su nombre.


Después, en el 31, a Salto, al seminario. Otro mundo, asfalto, ví el progreso, (para mí) era el 31. Un tranvía de caballitos, agua corriente, luz eléctrica sin que se vieran los cables, y water con cisterna. .
Después en la Catedral todavía en construcción, las columnas de estuco imitando mármol, con sus artesanos italianos a los que todavía oigo cantar.
Y a las que me acerqué incrédulo , muchos años después, para encontrarlas como si hubieran salido de las canteras de Carrara. Esa gente ponía no solo oficio en lo que hacía, sin también amor.

Y, en la misma catedral, el funeral dedicado al poeta de la patria, don Juan Zorrilla de San Martín. No hay que olvidar que fue un católico militante. Habían levantado un catafalco espantoso forrado de negro. Él, con su estilo ampuloso de la época romántica, como dicen los gurises, ya fué. Pero cuando releí el inicio de "Tabaré"…


“Cayó la flor al río,
los temblorosos círculos concéntricos,
balancearon los verdes camalotes,
y en el silencio del juncal murieron.”


…yo, todavía adolescente, volví a verme con los pies en el agua, sentado en una piedra a la orilla del río de mi infancia, pescando,(es un decir) bogas, y viendo caer no una flor, sino una oreja de negro como le llamábamos a la semilla del timbó, para formar círculos concéntricos, que no morían en el silencio del juncal, pero sí balanceaban camalotes.

Y le digo a la Flaca que siga siendo cursi. Es precioso. Yo lo soy. Y a mucha honra.

Y volvimos al pueblo, para marchar a Montevideo. Pero eso es otra historia. Dios dirá.

domingo, 21 de septiembre de 2008

¿Que son 88?

Gracias a todos los de la patota que se acordaron de saludarme. Estuvimos con toda la flia de cuchipanda parrillera. Prometo contarlo, y añadir algo que me dió por pensar cuando me di cuenta del montón de años acumulados. Y es la cantidad de sucesos de los que fuí contemporáneo, y en muchos casos testigo. Un abrazo a todos


sábado, 6 de septiembre de 2008

CONSEJOS





Hoy Liliana ordenando su cuarto encontró y me trajo el borrador de unos consejos que pensé necesarios hacerles llegar a ella y a Tania, para cuando fueran a vacacionar a Garopaba. Yo había estado ahí un año antes, decidido a comprobar si no era exageración lo que decía Santi. El aseguraba que había descubierto el Edén. Estoy hablando, (escribiendo) del año 2001. Después de mi experiencia garopabense, me creí en la obligación de dedicar algunos consejos abuelopaternales para ayudarlas a soportar tan difícil trance. Aquí van titulados tal cual se los hice llegar. Dejo constancia que fue Liliana quien me aconsejó compartirlos con ustedes, por si les da por hacer el sacrificio de pasarse unos día en ese lugar.
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Consejos abuelo paternales que ayuden a una estadía que ojalá sea llevadera en un lugar como ese, inhóspito y estresante, rodeado de un paisaje monótono y nunca cambiante. Si los siguen, tal vez la estadía se les haga un poco menos dura.




(1º) No abusar de la caipirinha.


(2º) El tercer día, después de descansar del viaje y reponerse del efecto de la caipira consumida durante los dos anteriores, si el tiempo está bueno, (si no es así, pagarme pasaje y estadía para futuras vacaciones; tengo pacto con el sol), madrugar, y, una vez realizadas las abluciones matinales, salir a caminar por la playa, cruzándote con pescadores sentados frente a la postal de cada una de sus barracas casi irreales, tropezar con urubúes que que se apartan saltando de costado para dejarte pasar, garzas blancas en la orilla esperando pececitos distraídos, gaviotas por docenas, y, allá arriba, ¿albatros? que planean sin mover las alas, a lo mejor mirándonos con lástima. Y no siempre, pero hay días en que te podés tropezar con Julián, un pingüino simpático al que le puse ese nombre, que un día apareció en la playa y se quedó a vivir con un pescador. Te podés acercar, que se va a seguir acicalando sin darte pelota, mrando de vez en cuando de costado pero sin alejarse.



(3º) No abusar de la capirinha.


(4º) (Esto es continuación del 2º, algo que se me quedó en el bolígrafo) Vas a ver que el entorno y la playa nunca están iguales; cambian cada día.
Ojalá te toque un día en que los morros parezcan flotar sobre la niebla y el mar, como sobre algodón transparente. Claro que para eso hay que madrugar. No creo que Tati te acompañe. ¿se animan?
Donde seguramente te acompañará, pues vale la pena, es en el ascenso que debe ser nocturno,(puede ser diurno pero no es lo mismo), hasta la iglesia. Lo ideal es hacerlo en una noche serena; yo tuve suerte y se dió. Les cuento mi experiencia. Subí lento, imaginándome acompañado por las sombras de los que jamás dudaron que el subir esas escaleras los acercaba a Dios. Felices de ellos. Para no defraudarlos, (a los que buscan a Dios), cuando lleguen al primer descanso hagan una parada para mirar la ensenada y el pueblito que empieza a mostrarse; acérquense a una planta que crece sobre el lado izquierdo, (mirando hacia la iglesia) que tiene en las hojas, semejantes al lazo de amor, un brillo especial en la noche, y, desde ahí, mirando a la calle que trepa hacia el morrinho de la izquierda, si todavía no les quitaron las luces, las casitas iluminadas para navidad y año nuevo. Casualmente, mientras escribo, suenan las campanas dela misa de las ocho. Después, cuando ya no les quede nada por ver, aunque siempre queda algo, suben, si son capaces (cosa que dudo) de mantenerse en silencio, hasta la iglesia. Desde llí se ve el casco viejo del pueblo, y las curvas de la costa que dibujan las luces de los pueblitos. Y si se paran junto a la cruz con su inscripción ingenua, se van a dar cuenta de que si por casualidad existe Dios, anda por ahí nomás.
Ojalá no haya gente, o por lo menos no mucha; porque donde la hay, el pobre Dios no tiene sitio. O no lo encuentra.

(5º) Seguro que con el Santi van a ir a distintas playas; pero alguna vez báñense en la rinconada. Aunque a veces no está muy limpia, igual vale la pena. Tienen que buscar el sitio desde donde se ve la iglesia. Entonces, como dijo Gabriela, se estarán bañando en una postal.
A la izquierda la casita de madera sobre las rocas, después el boliche de la costa, allá en lo alto la iglesia, y a la derecha la heladería de Lucas, la casa de las santa Ritas y los ranchos de los pescadores. Capaz que por ahí también anda Dios. Lo demás, ya lo van a descubrir por sus propios medios.




(6º) No olvidar que la sobriedad es la salud del cuerpo y el vigor del alma. Y no solo la sobriedad; también la frugalidad, la circunspección y la templanza.



Epílogo

Los consejos de frugalidad, circunspección y sobriedad, son para tener en cuenta durante el año lectivo y laboral. Y sin fanatismo. En vacaciones, el consejo paterno abuelal es mandar todo a la puta y darle de punta al vicio.
Después de todo, la vida es como la madre; hay una s0la

domingo, 24 de agosto de 2008

Nostalgias

Andrea y La Flaca me conminan al unísono a hacer acto de presencia en la comunidad bloguera. A veces se dan esas extrañas, (o no tanto) coincidencias. Hoy, como estuvo la hija de una brasilera ex esposa muy querida de un alumno ahora radicado en Venezuela, y que compartió muchas vacaciones con nosotros en Piriápolis, (´éramos vecinos), y a la que prometí enviar copias en dvd de las filmaciones que tengo de esos tiempos felices, mientras los elegía, yo tambbién, antes de la noche, sentí muy hondo la nostalgia. Los ví llegar al Santi y a Beatriz escorados no sé si a babor o estribor después de querer explorar sin bajarse de la moto , el fondo de la cuneta al borde de la carretera. No se imaginan el susto. Y a mí con mi socio de pesca y aventuras, el hoy fantasma de García, con sus nueve añitos cargando arena y haciendo columnas para el cerco. La Tati estudiando flauta dulce bajo los laureles en flor, y las mañanas deslumbrantes y atardeceres increíbles, a los que la cámara todavía nuevita reflejaba casi en toda su gloria. Así que no me vengan. Nostalgias eran las de antes. Ahora; una acotación no tan al margen. El Santi me rezongó por mi haraganería. Andrea y la Flaca me lo reprochan casualmente el mismo día. ¿casualidad? No importa . Después de todo, si no lo es, detrás hay afecto. Que, por supuesto es recíproco

viernes, 1 de agosto de 2008

El water del Dr. Penza




Habrán visto en los informativos la imagen de un water artístico en el que ya se quisiera sentar la reina madre de la Gran Bretaña. Cuando lo ví, lo primero que dije fue: lo conozco. Ese aparato lo ví cuando, en ocasión de hacer entrega creo la familia del Dr.Penza, (que era un personaje emblemático de Durazno) de la casa que le perteneció, a la Intendencia local, con la condición que esta fuera convertida en conservatorio musical, y fuí invitado a inaugurarla con un recital de flauta. El Dr. era un entusiasta flautista amateur. Estuve buscando el programa con fecha y obras, que por supuesto no enc0ntré, pero que prometo hacerlo. (no olvidar que los genios somos desordenados) . La casa toda es una maravilla. Evidentemente don Emilio, creo que así se llamaba, era un señor muy especial. La cochera era enorme, me contaron que cuando empezó a ejercer en el pueblo, lo llamaran a la hora que fuera y de donde fuera, siempre el cochero enganchaba los caballos, que parece eran de exposición, y no importaba la condición social del paciente, allá estaba el Dr. Penza. Por supuesto que fue la primera casa de Durazno que tuvo baño interior; y water no te digo nada . Me contaron una anécdota que no se si será verdadera o inventada. Parece que en el transcurso de una discusión entre dos paisanos en un boliche, uno le dijo al otro; claro, estás agrandado porque te sentase en el escusado del Dr. Penza. Se non e vero.... Quiere decir que ese aparato y esa casa, tuvieron el honor de pasar a la posteridad bajo mi tutela artística. Por otra parte, tuve que vencer la tentación de apoderarme de dos flautas de plata grabadas que fueron del dueño de casa, y estaban en una vitrina como un desafío.
Realmente, me quedó un hermoso recuerdo de esa experiencia. El esposo de la pianista que me acompañó, más unos cuantos amigos,me acompañaron a la Onda; pero como el ómnibus salía a la cuatro de la mañana, ellos se quedaron también. Es realmente un precioso recuerdo el de ese día.